¿Quién
dijo miedo al cambio?
La
sociedad está cambiando sus roles, pasando de ser un mercado en el que
las empresas imponían sus productos, a ser la exigencia del mismo el
que obliga a las empresas a crear nuevos productos y servicios adecuados
a su demanda.
Las
empresas ya no se dirigen a su mercado con un producto bien posicionado,
sino que realizan multiofertas de nuevos productos para la creciente
diversidad cultural. Este requerimiento, ha producido un cambio básico
en las empresas consolidadas, que las ha empujado a innovar y, a las que
no lo han hecho todavía, a hacerse el planteamiento de cómo llegar al
cambio necesario.
La
primera señal de necesidad de cambio ha llegado en la línea de
productos y servicios, y casi de una forma reactiva, algunos buscan
directamente crear un departamento de innovación, buscar nuevos
talentos, mejorar sus departamentos de producción, el desempeño de las
personas… pero manteniendo la cotidiana forma de trabajar, manteniendo
su nivel de cambio tan solo en aspectos de tipo tecnológico
generalmente.
La
sociedad está reclamando no sólo mejores productos, sino también otra
manera de ser atendido, el respeto que merece el cliente y del que, en
muchas ocasiones, la empresa hace caso omiso, imponiendo sus
normas y procedimientos que nada tienen que ver con las necesidades de
aquél. Impone su poder y exige al cliente la adaptación a sus
normas… alejándose así de éste. Hoy el mercado ya no es pasivo y
calla, hoy exige, reclama, y tiene otras opciones donde encontrar lo que
busca, aunque algunas empresas quieran ignorar este importante hecho.
La
situación actual exige cambios profundos, para ello, la mentalidad de
los dirigentes empresariales requiere cambiar desde la apertura y
flexibilidad mental, revisando la cultura aprendida o heredada para
sustituirla por la cultura que sea acorde a las circunstancias de hoy.
Es el primer paso o, por lo menos, es la base de que todos los demás
avances y mejoras estén alineados a un fin común: mejora de la
productividad y mejora de la satisfacción.
Las
empresas cuando hablan de hacer cosas diferentes, están reclamando el
cambio cultural en realidad, aunque algunas no son conscientes de ello.
El
cambio cultural no es un lavado de cerebro. Este miedo inculcado también
forma parte del pasado aprendido, el sometimiento o escasa participación
donde no hay cabida para decir lo que uno realmente piensa,
y que da lugar a una doble e hipócrita reacción, una falsa
relación, falsas opiniones… Todo ello conlleva a que exista otro
circuito clandestino de comunicación “extraoficial” o redes
informales, donde las críticas de los empleados son abiertas,
seguramente también, con una carga crítica negativa y muy
descontrolada.
El
cambio cultural es aprendizaje y éste tiene muchos enemigos. La falta
de conciencia es uno de ellos. Resistirse a lo evidente y a la realidad
produce sufrimiento porque tarde o temprano, toparemos con ella.
Este
cambio es posible hacerlo paso a paso, despejando dudas y miedos,
comenzando por revisar nuestras creencias aprendidas y contrastándolas
con la realidad, mejorando la comunicación y la coordinación de
acciones con los demás, cambiando el paradigma de nuestra toma de
decisiones. El primer punto imprescindible es crear el espacio necesario
para que el aprendizaje sea posible. La cultura corporativa se extiende
por todas y cada una de las personas que conforman una organización,
comenzando por sus dirigentes.
Se
puede llegar al cambio mediante la transformación. Esta permite que el
proceso de cambio sea gradual, respetando las estructuras internas y
avanzar hasta el grado deseado. De hecho, los cambios que no han sido
fomentados adecuadamente son intrusivos para algunas personas que no
tienen la suficiente apertura mental o tienen mayor resistencia,
produciendo rechazo. Pero su transformación, por lo menos, no bloqueará
el progreso emergente de las personas que le rodean.
Un
aprendizaje continuo y constante nos permite hilvanar las sucesivas
transformaciones, consiguiendo que lo que podamos percibir como lejano,
en realidad sea un camino.
Tratemos
el cambio de una forma madura. Todo es dinámico y sistémico. La
Revolución de la que partimos, la Industrial,
nació de importantes acontecimientos culturales y científicos
que transformaron la vida de las personas. Ahora,
en el momento de la transición hacia la Era de la Información,
las revoluciones se producen en más ámbitos y de forma más
profunda lo que lleva a una transformación más compleja.
Por
eso, desblindar nuestras corazas y resistencias nos va a aportar el
crecimiento necesario para adaptarnos a
la realidad. El límite siempre depende de uno mismo y
de la cultura corporativa de la
empresa en la que trabajamos. ¿Cuán dispuestos estamos a salir
de nuestras madrigueras?
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