La
libertad individual, a la que voy a referirme, es la de nuestro pensamiento, desde donde
podemos hacer posible que nuestro comportamiento y aptitudes nos produzcan satisfacción
en nuestro camino.
Mientras
la productividad europea aumenta, la española lo hace a mitad del
ritmo, estando entre los dos últimos países con menores índices de
Europa occidental.
Perviven
unos factores heredados, culturales y sociales,
que inciden en que hoy
perduren ciertas creencias en las personas en contra de la mayor
productividad y rendimiento en el trabajo. En estos tiempos de crisis,
ser conscientes de ellos nos puede brindar la oportunidad de producir
los cambios necesarios, revisar estas creencias que nos limitan y
limitan a las organizaciones.
Los
antecedentes que han contribuido de forma reduccionista en la mentalidad
española son:
La
falta de Reforma Protestante que en otros países sí tuvo lugar,
conjuntamente con las revoluciones científicas tecnológicas y
socioeconómicas que originaron la Revolución Industrial. La
consecuencia de ello es que se ha mantenido una inercia, produciendo
cambios a un ritmo más lento que en otros países conservándose los
fundamentalismos que las mencionadas revoluciones rechazaron.
Mentalidad
heredada cerrada, dogmática, reduccionista, en cierto modo basada,
entre otras, en:
-
Creer que ahora se trabaja más que nunca, cuando el cómputo
de horas/año es menor progresivamente. Según los últimos estudios
se trabaja poco más de la mitad que hace un siglo.
-
Creer que debe ser la empresa la única que se encargue de la
formación continua, no asumiendo cada trabajador la responsabilidad
sobre su propio crecimiento intelectual-profesional.
-
Creer que más vale lo bueno conocido y no invertir en innovación,
con la excusa de que la innovación es inmadura. Creer que los
productos y marcas son imperecederos en el paso del tiempo, cuando está
demostrado que cada día aparecen más y mejores marcas y productos.
-
Creer que la idea de negocio (conceptos, modelo, mercados y
producto) tal como fue contextualizada en su origen, puede perdurar en
el paso de los años sin revisarla en el entorno actual.
-
Estar cerrado al aprendizaje y sostener que la jerarquía
tradicional o burocrática
es un sistema eficaz de trabajo. Insistiendo en que las cosas siempre
han sido así.
-
Creer que los resultados del trabajo solamente se consiguen con
esfuerzo, mientras no se revisa el desempeño y eficacia de cada
empleado y de si se están desaprovechando recursos humanos,
infravalorando los profesionales que tienen un alto potencial. No
enfocar las decisiones de forma sistémica, siendo reactivos en lugar
de proactivos.
Estas
creencias nos muestran la falta de mentalidad crítica,
abierta, flexible, emprendedora y de cambio.
También
es algo común entre los españoles la falta de responsabilidad sobre
las consecuencias de las propias acciones, o inacciones: soluciones del
tipo “pan para hoy y hambre para mañana”. Todavía perdura cierta
picaresca y la práctica de la “chapuza” como remedio para atajar
los problemas.
Escaso
compromiso, la excusa como aliada de la inacción. Escasa motivación
producto de una mala gestión del talento y de suficientes espacios para
la innovación: el talento se va a otros países donde si es posible.
Hablar
de condiciones económicas en España es tabú para el empleado, está
mal considerado tratarlas abiertamente al encontrar un empleo.
Los
factores sociales que intervienen son:
Una
educación nefasta. Tanto por las editoriales que hacen los libros
escolares, como por el sistema, las instituciones y el profesorado.
Prueba de ello es el índice elevado del fracaso escolar (superior al
40%), en el que somos líderes los españoles. Como ejemplo, en un libro
escolar de 2008, para el curso de 1º de bachillerato de un colegio
considerado elitista, en la materia de Historia del mundo contemporáneo,
se incide en una marcada orientación doctrinaria. A lo largo de todo el
libro se culpa de la mayoría de los problemas que ha habido en los dos
últimos siglos, al mundo empresarial, economía y sistema financiero,
defendiendo la actuación del estado y el parasitismo social y
profesional. Sin duda, garantizando el mantenimiento de nuestra baja
productividad para las próximas dos o tres décadas.
Otro
factor es la falta de desarrollo del sector social privado. Estamos muy
atrás con respecto a los demás países en iniciativas e inversiones
del sector social privado.
Ahora
es el momento para prepararse
y construir nuevos cimientos que posibiliten el progreso de este país.
Existen programas de preparación acordes y efectivos a esta realidad.