¿Sabemos
lo que encierran nuestras comunicaciones?
La mayoría de personas desconocen el fondo de lo que
comunican o de lo que les están diciendo. Es el nexo primordial
mediante el que nos relacionamos con los demás. Llevado al plano de la
gestión directiva, uno de los mayores valores que todo ejecutivo debe
conocer.
Existe
un conjunto de factores que dificultan la comunicación. Muchos de
ellos, son tratados en las técnicas de comunicación: mejor dominio del
lenguaje, escucha activa, presentaciones eficaces, etc.; sin embargo,
los factores que en mi opinión son más importantes se refieren a
aquellos que señalan que no tenemos conciencia ni de quienes somos
nosotros mismos ni de quienes son los demás. Esta baja, a veces nula,
conciencia está sostenida básicamente por tres aspectos: identidad
colectiva, baja empatía e incoherencia mental.
Identidades
colectivas
Todas
las personas, en mayor o menor medida, estamos inmersas en entornos
diversos con los que nos integramos o adaptamos, con la finalidad de
hacer común una serie de prácticas, usos, costumbres, tradiciones,
reglas de comportamiento, cultura de empresa, cultura social, etc., que
conformarían las llamadas identidades colectivas. En base a algunos
roles ya predeterminados, adaptamos nuestro lenguaje y comportamiento
según nos hallemos ante los distintos receptores de los mismos. Estos
usos y costumbres van evolucionando a lo largo del tiempo.
Para
tener una mejor perspectiva de ello, lo veremos con claridad si tomamos
puntos de referencia distanciados en el tiempo a lo largo de la
Historia. Como bien explica Alvin Toffler en su libro “La tercera
ola”, cuando la Era de la industrialización fue solapándose a la Era
de la agricultura cambiaron los roles familiares, al desplazarse la
producción económica del campo a la fábrica. La familia dejó de
trabajar como una unidad formada por padres, hijos y parientes, quedando
desintegrada. El origen patriarcal de la familia, no tenía ya el mismo
valor y los diferentes miembros eran atendidos por otras instituciones
fuera de la familia para hacer
posible el trabajo en la fábrica que requería una mayor movilidad de
los miembros: ancianos pasaron a ser cuidados por asilos, niños recibían
educación en escuelas entre otros cambios.
Creamos
una comunicación determinada en base a las reglas de las identidades
colectivas de cada entorno en el cual operamos, de forma que podemos
tomar como nuestra una frase en un contexto determinado y decir
absolutamente lo contrario en otro contexto. Adaptando nuestra
comunicación expresamos que uno se identifica con ese colectivo siendo
coherentes con él, pero no siempre ésta comunicación es coincidente
con el pensamiento propio.
A
veces, se dice más lo que otros esperan oír para conseguir aprobación
dando autoridad al otro sobre nuestra propia forma,
incluso sin saber lo que verdaderamente se está diciendo. Otras
veces decimos lo que sabemos o creemos que es correcto en un contexto
determinado, aunque ello vaya en contra de nuestras propias creencias y
de las del receptor o receptores, que también las dan por buenas,
igualmente, por considerarlas conformes al entorno. Tal es así, que al
final estos supuestos son aceptados como base del comportamiento
esperado donde operan esas identidades. Al salir de ese entorno, la
mayoría de esos mensajes se desvanecen, forman parte de la inercia
operativa y quedan despersonalizados.
Para
conseguir influenciar el entorno, muchas personas utilizan expresiones
de emocionalidad en lugar de ser asertivos en la comunicación. Usando
la emocionalidad la influencia sobre el otro se realiza bajo el intento
del dominio del otro, para conseguir lo que queremos. Mediante la
asertividad, lo que hacemos es ejercer nuestro derecho de elección ante
las posibilidades y no condicionamos al otro, dejamos el espacio para
que también el otro sea, por sí mismo, sin nuestros condicionantes.
En
el momento de transición actual hacia la Era de la información, son
muchas las formas y reglas que conviven generando complejidad ya que
entran en conflicto unas con otras, pues conviven aspectos del pasado
con los emergentes. Y por eso, nuestra adaptación al entorno produce
que, también en nuestras comunicaciones, muchas veces perdamos parte de
lo que queremos en pos a lo que creemos que procede.
Baja
empatía
La
falta de empatía dificulta la comunicación, al no ser capaces de
ponernos en el lugar del otro para comprender el mensaje. Si atendemos a
la comunicación con una actitud en la que predomina nuestro propio
juicio o ego, no estamos en disposición de conseguir que la comunicación
fluya sin ser deteriorada por nosotros mismos. La distorsión queda
producida, sin necesidad de otros agentes externos. Se trata de estar a
disposición del otro para escucharle y preguntar para entender, no para
etiquetar a priori. Los malos entendidos surgen de la falta de empatía.
También
la falta de empatía hace que no entendamos el contexto del mensaje que
recibimos, lo que produce una incoherencia en el contenido del mensaje,
al aplicarle nuestro propio contexto sustituyendo al del emisor. Esta es
la causa de frecuentes discusiones, en las que ambos dicen lo mismo de
diferente forma, o bien, donde no se llegan a acuerdos porque se está
hablando de cosas totalmente distintas.
¿De
dónde surge la empatía? De la visión que tengamos acerca de los demás
y de nosotros mismos, de ser conscientes que nadie es perfecto y que
podemos ponernos en el lugar del otro. La mentalidad abierta y flexible
es clave para la empatía tenga lugar. Abiertos para que exista una
confianza básica sobre la que poder comunicarse, y flexibles para poder
responder ante situaciones cambiantes.
Incoherencia
mental
La
incoherencia mental es la que hace que no tengamos plena conciencia de
nuestro pensamiento, comportamiento y comunicaciones. Esta incoherencia
mental es causa y origen de una baja autoconciencia, bajo
autoconocimiento de nuestro pensamiento y
baja conciencia de nuestro pensamiento, comportamiento y comunicación.
Somos
incoherentes mentalmente, ante situaciones concretas, nuestra
incoherencia mental nos ofrece varias respuestas diferentes debidas a
las típicas contradicciones o posibles paradojas. Es probable que las
posibles respuestas, por ser tomadas en un plano superficial donde esas
paradojas o contradicciones no están resueltas, sean incorrectas o
incoherentes con nuestros principios y valores.
Al tener una baja autoconciencia y producir esos comportamientos y
comunicaciones incoherentes, los receptores muchas veces pueden
captarlo, dificultando la comunicación y la coordinación de acciones;
en definitiva, la colaboración y el trabajo en equipo.
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