La
situación de crisis exige reenfocar la emocionalidad
¿Cómo
conseguir que la emocionalidad que produce el temor a la situación de
crisis se traduzca en productividad y no en malestar emocional,
enfermedades psicosomáticas, estrés angustia, falta de energía?
La
realidad actual infunde temor en las personas, las noticias y la
incertidumbre del momento preocupan a todos
y, quien más quien menos, está notando sus efectos. Todos
los medios de comunicación hablan de ello y es difícil mantenerse
ajeno a las circunstancias.
En el ámbito profesional, se están produciendo cambios, despidos, estamos inmersos en una
fortísima crisis y se ha contagiado ya esa especie de
colectivo característico que aparece en el mismo momento en que es
que la crisis es un hecho.
Como cualquier situación
de cambio profundo, tiene grandes ventajas y grandes inconvenientes, según la
actitud con la que afrontemos este hecho. El hecho no podemos cambiarlo pero sus
consecuencias dependen, principalmente, de cada uno. Así, numerosas
personas y organizaciones se están beneficiando de esta situación aunque, tal
vez, la mayoría salga perjudicada.
Parece que
estas circunstancias invitan a contener ciertos estados de ánimo y es frecuente
que muchas personas no quieran expresar emociones de contento como solían
hacerlo, por ser respetuosos con esas otras personas que padecen de
forma más grave los efectos de la crisis, las cuales muestran emociones derivadas del miedo o la
incertidumbre, afectando a muchas personas en el aumento de estrés y angustia.
¿Cómo
conseguir que la emocionalidad que produce el temor a la situación de
crisis se traduzca en productividad y no en malestar emocional, enfermedades psicosomáticas,
estrés, angustia, falta de energía?
La forma
en que cada uno se enfrente a ello es básica, en cualquier caso, saber manejar
nuestras emociones adecuadamente nos va a ahorrar consultas al médico ante la
aparición de éstos síntomas.
La
ansiedad es una respuesta de nuestro organismo que ha activado nuestro sistema
nervioso cuando nuestro cerebro detecta un peligro. Ante un peligro
real, nuestro organismo se prepara para la lucha o la huida, adaptando sus condiciones
físicas para responder defendiéndose ante la situación y poner a salvo la
vida. Lo cierto es que, a veces, nuestra mente interpreta del mismo modo los miedos a situaciones
que no se han producido y que sólo están en nuestra mente de forma imaginaria.
Como
consecuencia de las dificultades que tenemos de adaptarnos a cambios que
acontecen en nuestra vida, muchas veces sentimos temor, y nuestra respuesta
física es la misma. Así aparecen síntomas de estrés, ansiedad o angustia.
Algunas
sugerencias sobre qué aspectos pueden ayudarnos a eliminar la ansiedad en general
son:
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Diferenciar si nos encontramos ante una situación de peligro real, o si
son temores a algo que no ha ocurrido y que probablemente no suceda.
-
Si se trata de temores, validarlos. Darnos cuenta de que hemos resuelto satisfactoriamente
otras situaciones.
-
Si un asunto tiene solución para qué preocuparse…y si no la tiene
¿para qué preocuparse?
Si tiene solución hay que "ocuparse" no "preocuparse". Si no la tiene hay
que asumirlo y abrirse a la búsqueda de otras alternativas.
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Hablar de ello con otras personas nos puede dar otros puntos de vista
que orienten nuestras actuaciones. También a algunas personas les ayuda conversar
sobre ello para "ventilar" o aliviarse.
-
Convertir la tensión en energía que podemos canalizar con el ejercicio
o con alguna
otra actividad que nos guste practicar, incluso un paseo puede sernos muy
efectivo.
-
No paralizar nuestra vida. Procurar que un asunto no impida la marcha
normal del resto
de asuntos que tengamos.
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Si la situación que nos produce miedo es sobre algo a lo que nunca nos hemos
enfrentado, busquemos toda la información posible sobre ello, asesorémonos
sobre como resolverlo. Veamos en ello una oportunidad de aprendizaje.
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A veces los síntomas de ansiedad aparecen como consecuencia de los llamados
"anclajes". Quiere decir que en algún momento, que incluso no
recordamos,
se produjo una situación de ansiedad y cada vez que el cerebro percibe el
mismo estímulo repite la misma respuesta en nuestro organismo. En ese
caso, si sentimos los síntomas y no tenemos un motivo concreto y no recordamos
qué estímulo lo produce, es conveniente racionalizar nuestro pensamiento.
El autoconocimiento ayuda a saber como funcionamos internamente,
como reaccionamos ante las cosas y también qué herramientas necesitamos
para eliminar aquello que estimula nuestra ansiedad.
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Saber desconectarse del trabajo cuando finaliza la jornada laboral.
Evitar dar vueltas en nuestra mente con un pensamiento improductivo; es decir, aquel
que no aporta posibles decisiones. Vivir el momento presente. Prestar atención
a lo que hacemos en cada momento, aumentar nuestra autoconciencia.
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En cuanto a nuestra productividad laboral podemos revisar cuáles son nuestras
metas y objetivos, qué nos hace falta para obtenerlos (recursos personales,
aprendizajes, actitudes que poseemos adecuadas…), planificar nuestro
tiempo adecuadamente, tener nuestros sistemas de control que, por periodos,
nos permita tomar medidas correctoras a tiempo. Encontrar otros aspectos
que nos pueden dar esa energía que necesitamos para sentirnos en buenas
condiciones, desde tener un tiempo libre satisfactorio, hasta el cuidado de
nuestras relaciones más cercanas y afectos.
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Salir de la habitual superficialidad y comenzar un
proceso de reflexión y comprensión introspectiva y ambiental.
El
autoconocimiento es fundamental para la alineación de nuestras
motivaciones e intereses con nuestras emociones y acciones, de forma que desde la satisfacción
personal aumente nuestra productividad y a la vez, para que nuestra productividad
sea fuente de nuestra satisfacción.
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