Las
personas interactuamos con otras en distintos ámbitos: relaciones
privadas profesionales y sociales. Y, como con todo lo que nos
relacionamos, el ser humano observa sus diferencias para con los demás,
(al igual que influyen sobre nosotros la cultura y la educación)
obteniendo un aprendizaje de los pensamientos, las emociones, las
actitudes y el comportamiento; pero tanto de los que son adecuados o
constructivos como de los que no lo son. Debido a estas influencias,
desde nuestra infancia y a lo largo de nuestra vida, reforzamos
nuestra visión acerca del mundo, de los demás y de nosotros mismos.
Observando esto, es fundamental entender que nuestro aprendizaje parte
de las experiencias que hemos obtenido con las personas de nuestro
entorno. Así el ser humano para su identificación colectiva (aceptación
y pertenencia) ha adquirido costumbres, maneras y creencias por
imitación para adaptarse a los distintos grupos con los que se ha
relacionado. Desafortunadamente, existe una mayoría de personas cuyo
aprendizaje no ha sido cuestionado ni revisado y que deja mucho que
desear, por el escaso conocimiento de sí mismo (autoconocimiento) y del
ser humano (modelo antropológico) que les producen unos principios y
valores deshumanizados.
Se
ha tratado por la neurociencia la posibilidad de encontrar en el hombre
“neuronas espejo” que son, como en el mono, las destinadas a imitar el
comportamiento de otros. Sin llegar a entrar en términos científicos, es
evidente que para avanzar en el conocimiento de los demás y de nosotros
mismos, no cabe otra forma que revisar las creencias básicas que hemos
aprendido durante nuestra vida, ya que seguramente este aprendizaje es
contradictorio. También los modelos aprendidos en la escuela acerca de
personajes que fueron destacables, nos fueron enseñados como si
tuviéramos que imitarlos, cuando deberían considerarse como modelos de
referencia para de esa forma interiorizar lo que nos sirve y rechazar lo
que no nos sirve. Este mismo error se produce en universidades, escuelas
de negocio y consultoras empresariales de desarrollo directivo.
Los
modelos y la imitación de otros, para según que personas, pueden aportar
cierta información, pero no descubren todo el potencial que cada persona
podría obtener con una correcta revisión y construcción personal
individualizada.
Dentro de una organización, el ser humano es uno de los recursos
considerados hoy como fundamentales. Las personas recibieron un
conocimiento específico para cubrir ciertas áreas técnicas, mediante su
formación académica o su formación en la empresa de la que forman parte.
Pero existe un tremendo socavón que no ha sido cubierto por estudios
académicos.
Las
mencionadas contradicciones socioculturales, tanto a nivel mental como
organizacional, producen un nivel elevado de tensión que origina
ansiedad, estrés y baja productividad.
En
las últimas décadas, esta tradicional cultura de identificación
colectiva está siendo sustituida por otra que fomenta lo contrario,
impulsando lo no convencional, el cambio y la innovación, tanto a nivel
individual como colectivo: organizacional y social. El máximo exponente
de esta cultura es el guru empresarial Tom Peters, cuyos mensajes
utilizaron algunas de las mayores empresas españolas para sus spots
publicitarios televisivos durante 2008, entre otros: “Tenemos que
reinventarlo todo”.
Antes, la imitación podía ser válida por el contexto homogéneo y poco
dinámico de la sociedad, pero con la actual diversidad cultural la
mecánica de la imitación nos llena de contradicciones que limitan
nuestras posibilidades. Este es el mayor problema de las personas,
organizaciones y sociedades. Por un lado tenemos la imitación y la
resistencia al cambio, como valores heredados, mientras que por otro
fomentamos la singularidad de las personas para aprovechar su máximo
potencial.
A
lo largo de mi experiencia tratando personas es muy grato observar como
para que cada individuo obtenga su satisfacción personal, con
mayúsculas, se haya conseguido por la atención individualizada acorde a
sus necesidades y aspiraciones.
En
el Informe Delors de Naciones Unidas, los pilares básicos que contempla
para una educación de calidad son: “aprender a aprender”, “aprender a
vivir juntos”, “aprender a hacer” y “aprender a ser”. No creo que una
educación que no sea la individualizada permita que cada uno obtenga su
máximo potencial. La intención y el reconocimiento de que hoy la
educación no es la suficiente en dichos aspectos ya es un avance.
Una
persona aprende de las diferencias y no sólo de las semejanzas. De lo
que se conoce aprendemos conocimiento, de lo emergente también, pero
ésta última le sitúa en el presente abriéndole las puertas a las
posibilidades actuales. Según palabras del intelectual empresarial
Javier Marzal: “El talento consiste en mezclar el conocimiento del
pasado y del presente con las posibilidades actuales”. Entonces,
¿cuándo se va a hablar en serio de construir talento?
Los
mejores expertos técnicos están siendo ascendidos para cubrir
responsabilidades ejecutivas y directivas. ¿Cuándo se van a plantear en
serio las empresas que es imprescindible que sus mejores expertos
técnicos hoy puedan completar sus lagunas relacionadas con el
conocimiento de la persona, si es de todos ya admitido que el recurso de
las personas está por encima todavía del valor que da la técnica?
Al
margen de las instituciones educativas, existen propuestas innovadoras
que contienen programas y servicios en la dirección mencionada en este
artículo, con profesionales de reconocido prestigio y experiencia
empresarial que integran los requerimientos individuales,
organizacionales y sociales, obteniendo el máximo valor para todos.