La crisis es una rotura de la
inercia; es decir, un cambio significativo
respecto a la situación precedente,
por ejemplo en los mercados si nos
referimos al mundo empresarial. Los sistemas más afectados utilizan la
negociación para afrontar la nueva situación y
establecer
nuevas condiciones. ¿Será que estamos en
crisis porque dejamos de negociar y se impusieron unas reglas en las que
ganan unos y pierden otros? Lo cierto, es que ahora se torna una
herramienta necesaria: se están negociando nuevos precios, ofertas más
atractivas que proponer a los clientes, costes más ajustados con los
proveedores, nuevas condiciones que se ajusten a una nueva situación.
Podemos distinguir entre diferentes
contextos en los que se inicia una negociación:
-
Cuando se establece en
común un marco de referencia donde se planteen los requisitos que va
a tener una situación compartida.
-
Una situación en la que
una parte quiere obtener alguna ventaja de la otra.
-
Cuando ha habido exceso
de ganancia de una de las partes y la otra reclama un reajuste.
-
En el caso de perjuicio
o manipulación, contando con una ventaja significativa sobre la otra
parte, como puede ser cuando se produce un secuestro.
Es fundamental conocer cuál es el marco de
dicha negociación, el ambiente en el que se va a desenvolver la misma;
es decir, aparte de la complejidad
del asunto que se va a negociar, cuál es el clima entre las dos partes.
J.F. Pérez-Orive (2004), describe cinco
escenarios de negociación, dentro de los muchos que pueden ser posibles,
pero que suelen abarcar una gran parte de los casos: “Uno presionante,
en el que la forma de ser del negociador puede tener un papel menor y en
la que casi todo va a depender de la situación de partida conseguida.
Otro amenazante, en el que las cosas llevadas a un extremo dificultan la
salida; aquí el negociador o está a la altura de la ocasión o terminará
mal. Un tercero, que llamaremos, litigante, en el que los conflictos lo
superan todo…] Un cuarto, una atmósfera que consideraremos relajante,
que ayuda al desarrollo cómodo de la negociación en virtud de la buena
fe de las partes. Y, por último, un marco que llamaremos humillante, que
permite poner a prueba el orgullo y el pragmatismo, porque no deja de
ser un escenario agresivo llevado a sus últimas consecuencias.”
Desde mi opinión, el punto clave de la
negociación y la principal herramienta donde se centra la reflexión de
este artículo: los propios negociadores, su habilidad o arte para
realizar propuestas sugerentes, su madurez o capacidad de razonamiento,
su creatividad en encontrar enfoques que otros no encontrarían, su
empatía para entender los intereses de la otra parte, su flexibilidad,
su claridad mental, así como el procedimiento empleado.
Pero, ¿negociar se aprende o es una
habilidad personal intransferible? Se puede conseguir que cada uno
mejore su propio sistema de negociación si se conocen algunos aspectos
básicos que intervienen en la misma. Es todo un arte en el que, tal vez,
no exista un patrón o modelo que no sea el que parta de uno mismo, de
las propias habilidades y competencias.
La negociación no solamente se produce en
nuestro ámbito profesional, sino también en el de nuestras relaciones de
cualquier tipo. De hecho, todos negociamos. Un niño que llora cuando
quiere que su padre le de un helado, lo está haciendo. Pero si no
aprendemos a negociar de una forma correcta y consciente, entonces no
tendremos más remedio que aceptar la imposición. Partimos de la base
que, cuando algo se acepta, es porque nos interesa algo de lo que ofrece
la otra parte. Si bien, a veces, el intercambio puede ser excesivamente
asimétrico, de forma que a medio o largo plazo no sea sostenible.
Algunas personas aprendieron a conseguir
las cosas mediante el engaño, pero en una negociación esto no da
resultado, pues sería menospreciar a la otra parte y además la verdad no
tardará en aparecer, con lo cuál lo que se consigue es una pérdida de
confianza o cerrar definitivamente una puerta. También considerar que la
“seducción” es la herramienta básica de la negociación es erróneo,
puesto que muchas veces existen ciertas limitaciones en la otra parte
que pueden tener un peso específico para que no baste sentirse seducido
por una propuesta. Sin embargo, sí puede ser favorable ayudar a resolver
las limitaciones de la otra parte ya que esto nos acercaría más al
objetivo.
Antes de comenzar a negociar, es
primordial recabar el máximo de información acerca de las preferencias y
del comportamiento de la otra persona, así como tener autoconciencia de
cuáles son nuestros límites, ya que esto puede determinar los
resultados.
Hay personas que a nivel profesional saben
negociar; sin embargo, cuando se trata de una negociación en su ámbito
personal la emocionalidad les influye excesivamente, ya que aquí la
persona suele considerar que es la protagonista de lo que gana o pierde.
En algunos casos, también sucede que estas personas emocionales,
afrontan una negociación profesional como si fuera personal, dejando que
su descontrol emocional no permita la negociación o la bloquee. Suele
ser habitual las personas que, por este motivo, alcanzan una posición
cerrada e inflexible. Cuando he encontrado este tipo de casos en
personas emocionales, les ha sido muy eficaz la distinción entre lo que
es ser el jugador de un partido, o ser la pelota. Es
decir, centrarse en el asunto (pelota) y no en ellos mismos (jugador).
Entre algunas tendencias del
comportamiento de las personas, a veces, fáciles de detectar porque
suelen ser rasgos visibles en su forma de interrelacionarse con nosotros
y con los demás. Entre otros, podemos encontrarnos con estos tipos:
Dominio que puede llegar al sadismo (es un
comportamiento dependiente). Las personas dominantes suelen imponer a
los demás lo que quieren, no están abiertos a concesiones y pueden
incluso utilizar el chantaje emocional y la culpa. Quieren tener
normalmente un trato de ventaja sobre los demás, pueden emplear
comportamientos agresivos. Muestran emociones de ira, disgusto, enfado,
gritan o no dan explicaciones de sus actos, quieren tener el poder sobre
otros. Son poco o nada razonables. Suelen considerar la otra parte más
como un rival o subordinado que como un igual.
Sumisión que puede llegar al masoquismo
(es un comportamiento dependiente). Las personas sumisas, a veces, no
sólo son complacientes sino que aceptan situaciones en las que pierden
sus derechos más legítimos llegando al masoquismo y a la anulación de
sus derechos legítimos. Son personas que se someten a otros o les dan
poder sobre ellas. Suelen querer obtener el permiso de otros para hacer
las cosas. Muchas veces es la falta de conciencia de los actos propios o
ajenos lo que les lleva a encontrase en situaciones altamente
desventajosas. Un “no” a tiempo puede conseguir que donde antes existía
la imposición, ahora exista la negociación, que debería ser una buena
costumbre para conseguir relaciones satisfactorias.
Delegación para intentar evitar las
propias decisiones, llegando a la dependencia. Eluden su responsabilidad
porque no se ven seguras para tomar decisiones. Procuran que sean otros
los que lo hagan por ellas. Estas personas creen que se van a equivocar,
tomen la decisión que tomen. Para ellas puede serles útil tener mayor
información de forma que tengan una visión más amplia sobre el asunto.
Evitación de la confrontación llegando a
la somatización física (es un comportamiento de evitación del “dolor”
emocional). Normalmente, estas personas han aprendido a evitar
enfrentarse a encontrar el camino de resolución de problemas, por lo
tanto, dejan pendientes las soluciones además sienten en su cuerpo el
dolor que intentaron evitar en la confrontación: pueden tener problemas
de estrés, sueño, nerviosismo u otras enfermedades psicosomáticas.
Establecimiento de límites, con firmeza y
respeto. Estas personas actúan de forma consecuente con sus intereses
sin menoscabo de sus propios derechos o los derechos de los demás. No
utilizan comportamientos emocionales para obtener resultados ni ceden
ante ellos.
Otros aspectos que influyen en una buena
negociación es la comunicación: una correcta expresión verbal, la
escucha activa, entender bien lo que nos dice la otra parte, el buen uso
del silencio, el lenguaje corporal (aunque en reuniones donde se
permanece sentado queda mermada este tipo de información, o cuando es en
parte telefónica o escrita). También, tomarse el tiempo necesario para
reflexionar sobre el asunto, conocer bien los derechos legítimos o
recabar nueva información sobre la cuestión, puede servir de punto de
partida para tener un adecuado marco de referencia antes de tomar una
decisión o antes de aceptar las condiciones de lo que se nos está
pidiendo. (Esto también ayudará a evitar reacciones emocionales y a
centrarse de una manera más objetiva en cuáles son las consecuencias que
se tendrán).
La negociación, como instrumento de
cambio, vuelve a la primera línea de actualidad para resolver la crisis,
producida por los desequilibrios heredados, y mejorar las relaciones
interpersonales, estableciendo unas nuevas bases para la cooperación
social y el progreso humano.