Me
parece importante reflexionar acerca de esto. A veces escucho a
directivos comentar que aunque se invierte en innovación y en la mejora
del producto para llegar a copar un mayor mercado, la competitividad les
obliga a tener que enfrentarse al precio, que es lo que hace que se
tome la decisión de compra. Añaden, que esto redunda en que quienes
ofrecen mejor precio también ofrecen menor calidad.
En
este momento de crisis, en este país, tal vez parezca que ahora el
precio es lo más importante, pero pensando de forma realista el precio
del producto siempre lo ha sido. Lo bueno de la crisis es que
precisamente las cosas se ajustan más a la realidad y se frena la
especulación desmedida de un tiempo atrás. En mercados maduros y
saturados, habitualmente el precio se determina con el resultado de una
valoración de costes (esto es obvio) al que añadimos el % que queremos
de beneficio. Sumado a lo anterior, con la finalidad de duplicar
beneficios, se incide en aumentar el volumen de ventas manteniendo los
costes fijos (gastos generales, distribución, etc.) y aquí es donde
ocurre que la competencia y la variación del mercado más inciden.
Realmente la fijación de precios es un aspecto complejo. Pocas personas
poseen la experiencia o el conocimiento necesario para realizar esta
labor, básicamente porque pocas tienen una información completa del
mercado, imprescindible para tomar las decisiones correctas.
La
innovación y la creatividad es fundamental para intervenir en los costes
del producto, ya que esto puede permitir mantener un mayor margen de
beneficio, además también se puede aumentar su valor y, por lo tanto, en
momentos como el actual, se puede rebajar el precio final… o desmarcarse
y diferenciarse de la competencia teniendo un mayor espectro para
manejar el precio u ofertas y promociones, revitalizando la labor de
marketing. En cualquiera de los casos, se tendrán más posibilidades
teniendo más ventajas comparativas y competitivas.
Contestando a estos directivos, sobre el error de pensar que un producto
más económico es de menor calidad, les planteo que se cuestionen
realmente donde están efectuando una incorrecta aplicación de costes. El
concepto “low cost” (bajo coste) está a la orden del día, y la
exigencia del mercado que aprende a distinguir qué quiere, muchas veces
está optando por adquirir marcas blancas. ¿Por qué? Me atrevo a decir
que es porque en algunos productos o servicios de mayor calidad se ha
supuesto que el cliente la necesita, cuando no es así.
Algunos sectores han conseguido bajar precios reduciendo intermediarios,
véase en el sector bancario con bancos on-line, por ejemplo. En viajes,
aparecen vuelos económicos en base a horarios de menor afluencia y se
facilita que el propio cliente realice sus reservas a través de
Internet. No sólo hay que pensar en el precio, sino en los servicios que
dan valor añadido, en la facilidad de compra, en la flexibilidad de los
pagos, en la garantía, etc., es decir; en realizar atractivas propuestas
exclusivas de venta. Lo desaconsejable es entrar en una política de
descuentos.
Sin
duda, el mercado ejerce más influencia que los costes de producción
sobre los precios de venta. Ya no se puede afirmar que hay un público
más selecto que siempre opta por la mejor calidad sin importarle el
precio, o un público que opta por lo más barato porque le cuesta llegar
a final de mes. El target o potencial consumidor es más impreciso
y los criterios para seleccionarles han variado (nueva segmentación de
mercado), lo que repercute en que las estrategias de marketing se
modifiquen con respecto a otros tiempos. El comportamiento humano es el
núcleo de los cambios del mercado.
Y
es que los tiempos están cambiando, el precio supera ya el valor de la
marca. ¿Podemos decir que hay una “desconsolidación” de mercados? Antes
las empresas contaban con un mercado más o menos fiel a sus productos,
tenían un mercado consolidado; ahora esto ya no pasa, se buscan mejores
ofertas y esto hace cambiar de marca, de gamas y de productos ¿O es
mejor decir que el dinamismo y velocidad del cambio dejan atrás a las
empresas más rezagadas que no cambian a la misma velocidad estos
factores mencionados? Sin querer, es un hecho que lo permanente deja
paso a lo provisional, a la flexibilidad, a la apertura y a lo nuevo.
Para los más románticos siempre queda aquello de que la evolución deja
atrás el recuerdo de cosas que ya no volverán, y para los pragmáticos
que la innovación nos depara nuevos caminos que descubrir abiertos a un
mundo de posibilidades. No sé ustedes, pero yo me quedo con el cambio.