Tener
cosas pendientes de hacer genera ansiedad, no el trabajo que hacemos,
aunque este sea mucho. El hábito de aplazar las cosas que tenemos que
afrontar o hacer porque son difíciles o no nos gustan, es uno de los
factores más estresantes que existen, ya sea a nivel personal o
profesional, ya que nos damos cuenta de que deberíamos estar haciendo
algo que no hacemos para lograr determinados resultados (cumplir una
fecha de entrega, resolver un problema con una persona, reprender a
alguien por bajo rendimiento, lograr un nuevo contrato….)
Generalmente racionalizamos nuestra tendencia a la dilación y nos
dedicamos a hacer cosas poco importantes para estar ocupados, y así
tener una EXCUSA que tranquilice nuestra conciencia.
Seguro
que todos hemos tenido la experiencia de dejar un tema difícil para más
adelante –dilación- y tenerlo que resolver cuando las garantías
de éxito ya eran bastante escasas, como consecuencia de que el tiempo lo
único que ha hecho ha sido empeorar la situación.
Analizar
las tareas que desarrollamos normalmente y situarlas en el siguiente
recuadro nos puede servir a la hora de tomar medidas, dar FLUIDEZ a
nuestras acciones y eliminar el estrés:
|
Me gusta |
No me gusta |
Lo hago bien |
Satisfacción
Efectividad
Eficacia
Calma |
Enseñar a alguien
( "Tengo que...") |
No lo hago bien |
Recurrir al
aprendizaje |
Delegar si es posible,
si no aceptarlo |
Una
correcta gestión, diferenciando lo importante de lo urgente,
calendarizar aquellas acciones o tareas que son repetitivas, coordinar
acciones con los demás teniendo presente el ciclo para coordinarlas, (véase
artículo: “La comunicación en la coordinación de acciones” por C.
Fiestas, publicado en
www.nuevomanagement.com, en febrero de 2010), ayudan a que
nuestra mente no tenga que preocuparse, sino ocuparse y, por lo tanto,
ayudan a tratar posibilidades de estrés.
La excusa
es una negación o
evitación de hacer frente a algo; entonces recurrimos a culpabilizar a
los demás de lo que nos ocurre, generando ansiedad y estrés, añadiendo
como consecuencia, la sensación de que no controlamos nuestra propia
vida. Culpar al jefe de lo que nos pasa en la empresa, de la falta de
información o comunicación, de conocimientos, culpar a la pareja… y
negarse a aceptar que lo que pasa (ignorando los hechos o la realidad),
a menudo, tiene que ver con el comportamiento propio o con nuestra
actitud, con no asumir nuestras responsabilidades. No hacer ninguna
acción para tomar las decisiones oportunas que permitan conseguir lo que
se desea, muchas veces es más cómodo, aunque es más estresante seguir
excusándose que enfrentarse a la situación y ponernos a trabajar en lo
que no nos gusta.
Mientras no seamos
capaces de afrontar la situación, estaremos siempre entregados a las
excusas y la culpa ajena, impidiéndonos el avance en nuestro desarrollo
personal y profesional, porque siempre habrá algo o alguien a quien
podamos culpar de nuestra situación.
Si la situación está
fuera del alcance de nuestro control, en tal caso, hemos de aceptar las
cosas tal y como son. Aceptación cuando no podemos cambiar la
situación si no depende de nosotros, para ello, es imprescindible llegar
a la comprensión de la situación. Es distinta la frustración, que
deviene en personas emocionales cuando esperan que los acontecimientos
sean del modo que más les conviene, basándose en expectativas infundadas
o previsiones incorrectas. La frustración es muy corriente en nuestra
sociedad, lamentablemente debido a la confusión entre imaginación y
realidad, a la rigidez mental por no aceptar que sus expectativas eran
incorrectas y que normalmente no cuentan con aspectos imponderables o
variables. Es una visión egocéntrica y cerrada a las posibilidades.
Suprimir lastres y
tomar la responsabilidad en la parte que nos corresponde elimina la
inacción, dilación o acciones incompletas que fomentan estados de
estrés, angustia y ansiedad, conseguiremos tomar las riendas de nuestra
vida que es una de las mejores fuentes de satisfacción.