Cómo arreglar un sistema
decadente
Hay que reconocer la realidad del estado de decadencia del sistema
occidental que redunda en que cada vez tengamos más periodos de crisis y
que éstas sean más profundas, tanto a nivel social como empresarial y
personal.
Este mes, al pensar sobre el tema del que tratar en el artículo mensual,
no puedo dejar de lado que la prioridad de mi pensamiento se ha centrado
en los efectos que está produciendo la actual crisis: la desesperación
de familias en las que varios miembros están desempleados, los grandes
giros que está dando la economía cuyo peso recae sobre nosotros como una
gran losa mediante los impuestos, la corrupción que ha dañado los
estamentos e instituciones públicas que roban al ciudadano (una
administración de los bienes públicos que deja mucho que desear, las
desigualdades en la aplicación de la justicia, los prejuicios sociales,
el abuso de los medios destinados a la protección social por parte de la
picaresca y la falta de responsabilidad de las personas. Así, un sinfín
de cuestiones que actualmente nos están agrediendo a aquellos que
intentamos ayudar a que la conciencia de las personas sea realista y
participativa del bien común de la humanidad. Estamos gestionados y
administrados por quienes devuelven un resultado de gestión negativo y
fraudulento. Muchos de nosotros pensamos que es mejor gestionarse
individualmente que confiar en un sistema público muestra de un sistema
decadente que no hace más que engrosar el problema y poner tiritas en
heridas que no dejan de sangrar porque no se ha encontrado el problema
que produce el sangrado (valga la metáfora).
Peter Senge escribió que en la inercia de los sistemas hay que saber
encontrar una palanca que al activarla sea capaz de cambiar dicha
inercia para producir los cambios que mejoran los resultados del
sistema. Pero en nuestro sistema actual se están pulsando palancas que
no dan el resultado esperado. Podemos achacar esta ineficacia a que el
sistema es complejo, que lo es, pero no es la causa. Cuando un sistema
es decadente como el nuestro, conviene pensar el cuestionamiento de que
sencillamente el sistema es decadente y que no es productivo seguir
endeudándose más con él.
¿Son las ideas las que fracasan? ¿Es la aplicación de las mismas
quien lo hace? Se me ocurre el ejemplo de que nadie querría jugar un
partido de fútbol con un equipo que piensa en que no tiene ganas de
correr tras el balón, o que no tiene suficiente visión de juego para que
cuando la pelota llegue a sus pies sea capaz de jugar en grupo y no
contra el grupo. Mi labor durante años se ha centrado en preparar a las
personas, para que sean ellas las que puedan tomar las riendas de sus
vidas, en lo profesional y personal, para que obtengan recursos que les
permitan hacerlo satisfactoriamente y obtengan resultados
extraordinarios, pero esto sucede con planes de acción adecuados, no es
algo mágico que surge, es producto del trabajo personal. Ahora bien,
cuando se trata de que los planes de acción que nos vienen impuestos en
la actual sociedad no son los adecuados, nos llevan a todos de la mano
hacia la decadencia y nos hacemos partícipes de la misma.
El tono de mi artículo es realista, porque sólo desde la realidad de las
cosas es desde donde se puede actuar. Actualmente, el equipo, es decir
la gran mayoría de las personas que componen la sociedad, no está
preparado para actuar con conciencia social, siguen prevaleciendo el
afán de lucro y la conservación de los privilegios. En este país, los
jóvenes van a tener peor calidad de vida que la de sus antecesores
(igual que ha pasado en países más avanzados), por la desmesura de
éstos, además de su escasa conciencia del futuro y de la humanidad
explotando los recursos por encima de las posibilidades. Es decir, “pan
para hoy y hambre para mañana”, una conducta que ahora no queda más
remedio que cambiar. Como dice Javier Marzal: “El sistema es decadente
porque hemos cambiado el signo de las transferencias generacionales.
Desde hace unas décadas recibimos una herencia mejor que la que dejamos
y este hecho ahora es completamente visible”.
Los empresarios y personas que han acumulado riqueza, probablemente, por
el bien de sus intereses se trasladarán a otros países que sigan
ofreciéndoles posibilidades de crecimiento y esto nos perjudica más aún.
Las personas con talento, en busca de un lugar donde poder expresarlo
también emigran a otros países, como está sucediendo ahora hacia
Alemania. Los autónomos crean empleo y riqueza, sin embargo, tienen que
bregar con mentalidades cerradas, poco abiertas a la innovación, con
cargas fiscales mayores que las que tienen las empresas, por lo que
tampoco éstos ven posible abrir caminos aquí en comparación con otros
países que sí los apoyarían y facilitarían su desarrollo. Muchos
emprendedores están bajo el régimen de autónomos.
No hay una fórmula mágica para reconducir esta situación de crisis, pero
si en algo podemos invertir es por una preparación de las personas ya
que son ellas el recurso más valioso en la actual Era de la información,
son la herramienta principal de la sociedad y de las empresas, las que
aportan ideas y las que producen los cambios necesarios. Para que esta
sociedad cambie en la dirección correcta es preciso abrir nuestra
mentalidad cerrada y hacerla más flexible, tener más conciencia sobre la
humanidad como un grupo en el que se participa, pensar en los demás
tanto como en uno mismo, pensar más en las consecuencias de nuestras
acciones. Pensar menos en el enriquecimiento y más en la aportación, más
en el disfrute de las acciones que en los resultados de las metas, ser
más responsables y comprometidos y tener menos ansias de poder
jerárquico, tener más sentido común y que sea menos común el solo
disfrute de los sentidos, pensar y ocuparse más que sólo preocuparse, no
ser egocéntrico creyéndose que se está sólo en el mundo sino ver que hay
una humanidad de la que somos partícipes, atreverse a hacer algo nuevo,
atreverse a decir que “no” cuando la situación vaya en contra de
nuestros derechos legítimos, de exigir el respeto, de contribuir al
bienestar humanitario, de proteger el planeta, de trabajar en equipo, de
debatir con respeto, de comunicarnos sinceramente, de atreverse a probar
a cambiar en aquellos patrones limitantes.
A este respecto, quiero mencionar que se realizan pocas pruebas piloto
en las empresas que desean encontrar maneras de mejorar resultados, y lo
mismo con las personas a nivel individual. Las pruebas piloto son
fabulosas para testar el resultado sin hacer una gran inversión a priori
o asumir un gran riesgo. Sin embargo, se utilizan menos de lo deseable.
Hoy, al escribir el artículo, pienso en la potencialidad que las
personas tenemos para producir esos cambios y en la seguridad de que
intentándolo se pueden conseguir. Empieza los cambios por ti mismo, por
tu entorno, por tus relaciones, por tu comunicación, procura que sean
de valor y si todos lo hacemos estaremos contribuyendo a la situación de
la humanidad cambie. Hoy pienso en los logros que muchas personas han
obtenido al tomar mejor conciencia de las cosas y en como lo que antes
ha sido un problema se ha convertido en una situación de cambio y
aprendizaje, en como aumentaron su visión de cómo son las cosas y de
cómo se pueden construir relaciones sanas y beneficiosas, en cómo
adquirir hábitos saludables, en cómo participar en el bien común
tratándose mejor a sí mismas y a los demás, potenciando el respeto cuya
carencia es una de las causas de esta crisis y de todos los abusos. Es
que cuando los sistemas tienen en cuenta el valor de las personas y el
respeto hacia ellas el sistema funciona con ellas y para ellas. La
ignorancia subyace a todas las causas de la crisis, ya que a través de
ella otros son los que tienen el poder de utilizarla para su beneficio,
además de lo que se perjudica a uno mismo. La falta de transparencia
–intencionada- también es otra de las causas, que permite que se
realicen acciones que sólo unos cuantos conocen, lo que da pié al engaño
y a la corrupción.
Hoy, al
escribir el artículo he querido que desde la realidad, nos demos cuenta
de que depende de nosotros que las cosas sean como son, de que todos
tenemos áreas de mejora que redundan en el bien común y sobre todo, de
que tú puedes hacerlo si te lo propones.
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