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Cómo arreglar un sistema decadente

Carmen Fiestas , 10-07-2011.     Artículo en PDF

Hay que reconocer la realidad del estado de decadencia del sistema occidental que redunda en que cada vez tengamos más periodos de crisis y que éstas sean más profundas, tanto a nivel social como empresarial y personal.

Este mes, al pensar sobre el tema del que tratar en el artículo mensual, no puedo dejar de lado que la prioridad de mi pensamiento se ha centrado en los efectos que está produciendo la actual crisis: la desesperación de familias en las que varios miembros están desempleados, los grandes giros que está dando la economía cuyo peso recae sobre nosotros como una gran losa mediante los impuestos, la corrupción que ha dañado los estamentos e instituciones públicas que roban al ciudadano (una administración de los bienes públicos que deja mucho que desear, las desigualdades en la aplicación de la justicia, los prejuicios sociales, el abuso de los medios destinados a la protección social por parte de la picaresca y la falta de responsabilidad de las personas. Así, un sinfín de cuestiones que actualmente nos están agrediendo a aquellos que intentamos ayudar a  que la conciencia de las personas sea realista y participativa del bien común de la humanidad. Estamos gestionados y administrados por quienes devuelven un resultado de gestión negativo y fraudulento. Muchos de nosotros pensamos que es mejor gestionarse individualmente que confiar en un sistema público muestra de un sistema decadente que no hace más que engrosar el problema y poner tiritas en heridas que no dejan de sangrar porque no se ha encontrado el problema que produce el sangrado (valga la metáfora).

Peter Senge escribió que en la inercia de los sistemas hay que saber encontrar una palanca que al activarla sea capaz de cambiar dicha inercia para producir los cambios que mejoran los resultados del sistema. Pero en nuestro sistema actual se están pulsando palancas que no dan el resultado esperado. Podemos achacar esta ineficacia a que el sistema es complejo, que lo es, pero no es la causa. Cuando un sistema es decadente como el nuestro, conviene pensar el cuestionamiento de que sencillamente el sistema es decadente y que no es productivo seguir endeudándose más con él.

¿Son las ideas las que fracasan? ¿Es la aplicación de las mismas quien lo hace? Se me ocurre el ejemplo de que nadie querría jugar un partido de fútbol con un equipo que piensa en que no tiene ganas de correr tras el balón, o que no tiene suficiente visión de juego para que cuando la pelota llegue a sus pies sea capaz de jugar en grupo y no contra el grupo. Mi labor durante años se ha centrado en preparar a las personas, para que sean ellas las que puedan tomar las riendas de sus vidas, en lo profesional y personal, para que obtengan recursos que les permitan hacerlo satisfactoriamente y obtengan resultados extraordinarios, pero esto sucede con planes de acción adecuados, no es algo mágico que surge, es producto del trabajo personal. Ahora bien, cuando se trata de que los planes de acción que nos  vienen impuestos en la actual sociedad no son los adecuados, nos llevan a todos de la mano hacia la decadencia y nos hacemos partícipes de la misma.

El tono de mi artículo es realista, porque sólo desde la realidad de las cosas es desde donde se puede actuar. Actualmente, el equipo, es decir la gran mayoría de las personas que componen la sociedad, no está preparado para actuar con conciencia social, siguen prevaleciendo el afán de lucro y la conservación de los privilegios. En este país, los jóvenes van a tener peor calidad de vida que la de sus antecesores (igual que ha pasado en países más avanzados), por la desmesura de éstos, además de su escasa conciencia del futuro y de la humanidad explotando los recursos por encima de las posibilidades. Es decir, “pan para hoy y hambre para mañana”, una conducta que ahora no queda más remedio que cambiar. Como dice Javier Marzal: “El sistema es decadente porque hemos cambiado el signo de las transferencias generacionales. Desde hace unas décadas recibimos una herencia mejor que la que dejamos y este hecho ahora es completamente visible”.

Los empresarios y personas que han acumulado riqueza, probablemente, por el bien de sus intereses se trasladarán a otros países que sigan ofreciéndoles posibilidades de crecimiento y esto nos perjudica más aún. Las personas con talento, en busca de un lugar donde poder expresarlo también emigran a otros países, como está sucediendo ahora hacia Alemania. Los autónomos crean empleo y riqueza, sin embargo, tienen que bregar con mentalidades cerradas, poco abiertas a la innovación, con cargas fiscales mayores que las que tienen las empresas, por lo que tampoco éstos ven posible abrir caminos aquí en comparación con otros países que sí los apoyarían y facilitarían su desarrollo. Muchos emprendedores están bajo el régimen de autónomos.

No hay una fórmula mágica para reconducir esta situación de crisis, pero si en algo podemos invertir es por una preparación de las personas ya que son ellas el recurso más valioso en la actual Era de la información, son la herramienta principal de la sociedad y de las empresas, las que aportan ideas y las que producen los cambios necesarios. Para que esta sociedad cambie en la dirección correcta es preciso abrir nuestra mentalidad cerrada y hacerla más flexible, tener más conciencia sobre la humanidad como un grupo en el que se participa, pensar en los demás tanto como en uno mismo, pensar más en las consecuencias de nuestras acciones. Pensar menos en el enriquecimiento y más en la aportación, más en el disfrute de las acciones que en los resultados de las metas, ser más responsables y comprometidos y tener menos ansias de poder jerárquico, tener más sentido común y que sea menos común el solo disfrute de los sentidos, pensar y ocuparse más que sólo preocuparse, no ser egocéntrico creyéndose que se está sólo en el mundo sino ver que hay una humanidad de la que somos partícipes,  atreverse a hacer algo nuevo, atreverse a decir que “no” cuando la situación vaya en contra de nuestros derechos legítimos, de exigir el respeto, de contribuir al bienestar humanitario, de proteger el planeta, de trabajar en equipo, de debatir con respeto, de comunicarnos sinceramente, de atreverse a probar a cambiar en aquellos patrones limitantes.

A este respecto, quiero mencionar que se realizan pocas pruebas piloto en las empresas que desean encontrar maneras de mejorar resultados, y lo mismo con las personas a nivel individual. Las pruebas piloto son fabulosas para testar el resultado sin hacer una gran inversión a priori o asumir un gran riesgo. Sin embargo, se utilizan menos de lo deseable.

Hoy, al escribir el artículo, pienso en la potencialidad que las personas tenemos para producir esos cambios y en la seguridad de que intentándolo se pueden conseguir. Empieza los cambios por ti mismo, por tu entorno, por tus relaciones, por tu comunicación,  procura que sean de valor y si todos lo hacemos estaremos contribuyendo a la situación de la humanidad cambie. Hoy pienso en los logros que muchas personas han obtenido al tomar mejor conciencia de las cosas y en como lo que antes ha sido un problema se ha convertido en una situación de cambio y aprendizaje, en como aumentaron su visión de cómo son las cosas y de cómo se pueden construir relaciones sanas y beneficiosas, en cómo adquirir hábitos saludables, en cómo participar en el bien común tratándose mejor a sí mismas y a los demás, potenciando el respeto cuya carencia es una de las causas de esta crisis y de todos los abusos. Es que cuando los sistemas tienen en cuenta el valor de las personas y el respeto hacia ellas el sistema funciona con ellas y para ellas.  La ignorancia subyace a todas las causas de la crisis, ya que a través de ella otros son los que tienen el poder de utilizarla para su beneficio, además de lo que se perjudica a uno mismo. La falta de transparencia –intencionada- también es otra de las causas, que permite que se realicen acciones que sólo unos cuantos conocen, lo que da pié al engaño y a la corrupción.

Hoy, al escribir el artículo he querido que desde la realidad, nos demos cuenta de que depende de nosotros que las cosas sean como son, de que todos tenemos áreas de mejora que redundan en el bien común y sobre todo, de que tú puedes hacerlo si te lo propones.


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