La cita que abre mi artículo habla de esfuerzo, si bien, voy a
permitirme la licencia de modificarla y actualizarla:
“Quien no se pide algo que
no pueda hacer, nunca hace todo lo que puede”.
Hace tiempo que se viene manifestando el cambio en distintos
órdenes de la vida de las personas. Con la crisis que vivimos a
nivel global, particularmente en España, se están mostrando las
consecuencias de aquellas actuaciones erróneas que han contribuido
a su desarrollo: despilfarro, corrupción, mentiras en el abuso del
poder, ejecutado en beneficio propio sin consideración y respeto
hacia quienes han contribuido a mantener el insostenible sistema.
Tenemos la opción de ver esta realidad como la oportunidad de
cambio y de apertura a nuevas posibilidades para romper la
inercia, incluso, podemos considerar lo interesante de vivir estos
tiempos en los que se nos invita a participar activamente en la
construcción de nuevos cimientos con creatividad y más innovación.
Ahora las personas toman el relevo siendo más útiles que nunca
porque el sistema falla y no queremos repetir con más de lo mismo.
Para salir de esta situación de crisis, para realizar cambios,
para incorporar nuevos comportamientos y aptitudes un ingrediente
fundamental es el esfuerzo. Cualquier cosa que hagamos que salga
de la rutina y de automatismos requiere una dosis de esfuerzo. Tal
vez este ingrediente es el que generalmente se quiere evitar en la
medida de lo posible, pero tarde o temprano veremos que todo
aquello que está bien hecho, que todo lo que conseguimos con
resultados por encima de la media posee una buena medida de
esfuerzo.
No hay talento ni emprendeduría que no haya requerido esfuerzo.
También hay que precisar que el esfuerzo “per
sé” carece de sentido y es lo que ha contribuido culturalmente
a su interpretación negativa, por lo que algunas personas han
adquirido una creencia errónea que las limita. También los medios
de comunicación, que nos presentan generalmente un producto final,
con una imagen ya lograda, contribuyen a que nos creamos que lo
que vemos es fruto de una capacidad innata o de una musa
inspiradora.
El esfuerzo tiene su secreto, que para aquellos temerosos, faltos
de energía, de escaso arrojo, sin brío o poco atrevidos, les va a
venir bien conocer. El esfuerzo requiere dedicación progresiva,
metas planificadas en las que se requiere habituación para ir
ganando capacidad, con ritmo sostenido; es decir, entrenamiento.
No es aconsejable esforzarse en dosis drásticas ya que corremos el
riesgo de agotarnos antes de conseguir resultados, pero puedo
afirmar con contundencia que planificarse escalonadamente el grado
de esfuerzo que requiera aquello que deseamos incorporar, lleva a
la consecución de resultados palpables. Podemos premiarnos por
ello a medida que los consigamos, porque, al final, lo que tiene
valor no es solamente llegar a la meta sino el trayecto que
recorremos hasta ella. Es invertir en nosotros mismos y, al
hacerlo, al aumentar nuestras capacidades, también estamos
participando en la mejora de nuestro entorno y podemos ser útiles
a los demás, ofreciendo una mejor versión de cada uno.
El esfuerzo es el detonador que hace posible que salgamos y nos
alejemos de la madriguera. ¿Cuán dispuesto estás a salir de ella?