Como continuación de mi artículo anterior: “En busca del
tiempo perdido” -donde se hacía hincapié en reflexionar sobre la
gestión de nuestro tiempo, para optimizarlo y resultar eficaces-
este artículo pretende, en línea con el anterior, evidenciar que
la clave está en cómo nos tratamos a nosotros mismos en nuestra
interrelación con el ambiente. Para ello, es imprescindible
discernir con acierto entre tres aspectos que nos permiten
categorizar a priori los asuntos que requieran una acción de
nuestra parte: la importancia, la urgencia y nuestra motivación.
Stephen Covey, en su libro “7 hábitos de la gente altamente
efectiva” explicó como administrarse uno mismo en lo importante y
lo urgente, con un gráfico sencillo y muy útil, que recomiendo a
quienes tengan interés en este tema.
Sin embargo, es nuestra motivación la que interviene de
forma directa en la categorización y desempeño de todo lo que
hacemos, sea o no, importante o urgente, pues: “La escala de
prioridades de los intereses y de las
motivaciones,
individuales y colectivas,
dirigen la actividad
humana” -Marzal, J. Artículo: “Las motivaciones son la clave”-.
Para discernir lo importante, es imprescindible comprender
lo que son las motivaciones, porque está estrechamente relacionado
lo uno con lo otro.
Motivaciones
Cabe destacar que existen dos tipos de motivaciones
básicas:
Motivaciones intrínsecas: Se evidencian cuando un individuo
realiza una actividad por el placer de realizarla: un hobby, un
trabajo vocacional, etc.
Motivaciones extrínsecas: Se evidencian cuando un individuo
realiza una actividad esperando algo a cambio: dinero, alimento,
posición social, etc.
Ambas motivaciones básicas son compatibles. Por ejemplo,
alguien que pinta cuadros al óleo porque le apasiona, y con el
tiempo se ve capaz de vender sus cuadros y dedicarse a ello
profesionalmente; habría comenzado con una motivación intrínseca a
pintar y cuando se dedica profesionalmente y vende sus cuadros su
motivación también es extrínseca, ya que espera recibir en este
caso dinero de la venta de sus cuadros, o tal vez también quiera
un reconocimiento de su obra, entre otras posibilidades.
Por otro lado, estar motivado no significa estar preparado
para realizar una tarea o tener los recursos para ello. Tiene que
ver más con lo que queremos y por eso dirige nuestras actitudes
con predisposición hacia completar o incorporar el aprendizaje
necesario para conseguir lo que queremos.
Importancia:
A nivel general, todo lo que nos motiva es importante. La
importancia es una cualidad que atribuimos a las cosas siguiendo
una escala personal basada en la motivación que aquello tenga para
uno mismo; forma parte de lo que queremos conseguir, está presente
en nuestros objetivos o metas fundamentales. Desatender lo
importante suele tener consecuencias graves, delegar a otros lo
importante es permitir que ellos puedan conducir nuestra vida.
Cuando lo importante adquiere ese carácter en asuntos
relacionados con motivaciones extrínsecas, estaríamos más
enfocados a la obtención de un incentivo, recompensa o premio que
es externo a nosotros, que a la realización de la tarea por sí
misma. En este caso, en determinados contextos de nuestra vida, no
vemos o tenemos a corto plazo tal compensación y esto puede
ocasionar que dicha tarea nos resulte poco satisfactoria.
Cuando la motivación es intrínseca se tienen muy claros los
objetivos, estrategias y prioridades. Cuando son extrínsecas
cuesta más establecer esos objetivos estrategias y prioridades y
por tanto, la categorización de los asuntos. Por ello no se
discierne con tanta claridad lo que importante o urgente en un
momento dado.
Urgencia:
La urgencia es otra cualidad que atribuimos a las cosas y
tiene que ver con el plazo de tiempo límite en que debe estar
finalizada la acción concreta, y con el tiempo que debemos
dedicarle. Si no hay una fecha o tiempo límite no es urgente. El
tiempo límite más cercano es más urgente que otra tarea con tiempo
límite posterior.
En muchos casos, son otros lo que atribuyen el carácter de
urgencia, incluso, algunas personas tienen la costumbre de abusar
de forma sistemática del carácter de urgencia en las cosas. Esto
también suele confundir a la hora de determinar qué prioridad real
debemos asignar a esas tareas.
Contemplemos los siguientes supuestos en lo general, para
ver cómo se relaciona la importancia, la urgencia y la motivación
en la práctica. En base a estas tres variables, podemos establecer
un orden operativo de prioridades (considerando que cuando indico
“si no hay motivación” me refiero a que ésta es baja, ya que si
decidimos hacer algo es porque el no hacerlo tendría consecuencias
que no querríamos asumir):
Es importante, es urgente y hay motivación:
En este caso, la actuación debe
ser inmediata, personal e intransferible.
Si no hay motivación:
La actuación debe ser inmediata y personal, incluso con mayor
urgencia que cuando hay motivación, ya que se suelen posponer
estas tareas hasta que no queda más remedio que hacerlas. Dejar
estos asuntos pendientes produce un coste de energía personal,
genera estrés (automaltrato psicológico), por esto es mejor
adelantarlo y ventilarlo lo antes posible.
Es importante, no es urgente y hay motivación: Aquí deberían estar situadas la mayor
parte de nuestras actividades. Donde debemos invertir en
aprendizaje si es necesario para acometer estas tareas.
Si no hay motivación: Miremos de automatizar de
alguna manera la forma de realización de esta actividad. Tal vez
es conveniente invertir tiempo en encontrar un procedimiento que
minimice el esfuerzo, o impulsar estas tareas mediante algún
estímulo incentivador. También se podría delegar la tarea, pero
siempre con supervisión personal. Recordemos que delegar lo
importante, es ceder las riendas a otros. Tener cuidado.
Es urgente, no importante y hay motivación:
Aquí, equivocadamente, es donde suele
centrarse el mayor número de tareas, porque se tiende a abusar del
carácter de urgencia.
Si requiere mucho tiempo de realización, se convierte en
más urgente que otra tarea que requiera menos tiempo de
realización.
Si la tarea requiere poco tiempo de realización, resolverla
lo antes posible, de forma personal o delegándola con supervisión.
Ver si es posible prolongar la fecha límite y entonces
perdería su carácter de urgencia. (Es lo conveniente cuando se
abusa de las urgencias. Si siempre parten las urgencias de la
misma fuente, ver de negociar plazos de entrega menos urgentes).
Si no hay motivación: Delegarla con supervisión.
No es urgente, ni importante y hay motivación:
Estas tareas hay que delegarlas, nos
restarían tiempo de lo importante y urgente.
Por otro lado, si disfrutamos haciéndolas cabe plantearse
que se trata más de hobby que otra cosa, por tanto, la jornada
laboral no es el momento apropiado donde desarrollarlo teniendo en
cuenta que queremos ser eficaces.
Si no hay motivación: Lo más conveniente es delegar
estas tareas.
Estos supuestos son aplicables no sólo al ámbito
profesional. En lo personal, algunas personas no saben ver con
claridad cuáles son sus motivaciones, o qué les interesa en su
interrelación con los demás y esto les desorienta a la hora de
tomar decisiones o de saber qué comportamiento es el adecuado. El
ambiente que nos rodea influyó en nuestra construcción de
creencias (cultura, educación, entorno familiar, profesional,
social, etc.). Te invito a que indagues sobre tus intereses y
motivaciones, porque así tendrás mayor claridad al discernir entre
lo importante y lo urgente.