En nuestra sociedad, en la cultura y en las prácticas
empresariales, la mentira es un hábito extendido y arraigado en el
comportamiento. Contraproducentemente, la mentira es bien aceptada
por la mayoría, a pesar de sus efectos nocivos y de ser el inicio
y trasfondo de la corrupción o de ser la causante de la pérdida de
confianza entre las personas, lo que dificulta las relaciones
interpersonales de cualquier ámbito.
En conciencia, la mayoría de personas afirmaría que no le gusta
que le mientan ni las personas que mienten.
Sin embargo, ya desde niños, hemos sido sujetos de la primera
mentira, a gran escala, en la que han participado padres,
familiares, sociedad y medios de comunicación: Papá Noel, Sta.
Claus y Reyes Magos (también St. Nicolás u otros, dependiendo de
las diversas tradiciones culturales) “nos visitan cada año”. A
modo de complot, el niño vive en esa mentira hasta que la
descubre, gracias a
su escepticismo (cualquier niño pregunta respecto a cómo puede ser
que se visiten todos los niños en una sola noche, entre otras
preguntas…), o hasta que alguien le dice la verdad, (si se la dice
por ejemplo un hermano en presencia de los padres, éste hermano
pasa a ser reprendido por los padres).
Se cuentan cuentos, con la idea de distraer al niño, de fomentar
su imaginación o por tradición (cuestionable). Se mentía también
acerca de la procedencia de los bebés: “los traía una cigüeña”. Se
castigaba (y se sigue castigando) a los hijos cuando informan a
sus padres del “mal” comportamiento. (Disculpando al niño, a veces
este mal comportamiento es la repetición del comportamiento que
aprenden de sus padres). Así el niño aprende a mentir para evitar
el castigo, y como sabe que todo el mundo le mintió de pequeño,
¿por qué no va a mentir?
En lo cotidiano, socializando, también se miente frecuentemente,
generalmente, se considera el dar excusas para no aceptar una
propuesta que decir la verdad, porque se entiende que la “excusa
mentira” no daña al receptor de la misma. De ahí la existencia de
la “mentira piadosa”.
Con esta educación y cultura de base, las personas aprenden a no
distinguir la realidad de los hechos, aunque vean los hechos con
sus propios ojos. Llega un momento que se hace firme el dicho: “No
te creas lo que te dicen y de lo que veas sólo créete la mitad”.
En cambio, en sentido contrario a "creer la mitad de lo que
vemos", podríamos ser partidarios de utilizar este axioma: “Cuando
has visto, no puedes decir que no has visto”. (Esta frase hay que
contextualizarla para comprenderla: se refiere a que una vez hemos
visto y comprendido una realidad, ya no podemos ignorarla o negar
su existencia).
Partiendo de que la mentira se ha socializado, en el ámbito
empresarial ocurre lo mismo. Las organizaciones jerarquizadas
también jerarquizan el dominio de la información: “la información
es poder” dicen… y en base a ello, lo que se pacta en “secreto” en
las cúpulas directivas llega a la base de la organización en forma
de mentira, “vendiendo la moto” a los empleados, en vez de
hacerles partícipes de los objetivos de la empresa de forma
realista, integrándoles, en lugar de dejarles al margen o
considerarles como pura “mano de obra” sin cerebro. Generalmente,
el empleado acaba enterándose también de la verdad, por otras vías
distintas a la que se debiera: por “radio macuto”, o cazando
alguna conversación que escucha a sus jefes a la hora del café, o
en los pasillos al cruzarse con alguien…
Cuando la mentira se hace evidente, se rompe la confianza.
Buscamos métodos y sistemas que mejoren los procesos y el uso
eficiente de los recursos, buscamos innovación y creatividad,
damos formación específica para el puesto de trabajo, porque
queremos mejorar la productividad, y resulta, que algo de lo más
valioso, como es la confianza, se ha perdido. Las personas no
pueden ser más productivas donde no se sienten seguras.
Algunos de los graves problemas actuales están basados en el uso
de la mentira; aunque erradicarla parece un camino imposible,
deberíamos exigir la transparencia en la comunicación y en las
actuaciones en cualquier ámbito, ya que esto hace más difícil al
mentiroso que pueda salirse con la suya, a la par que dificulta la
corrupción, fomenta la confianza y la seguridad.