El cambio de año es una fecha que muchas personas eligen para
hacer algún tipo de cambio o comenzar con nuevos retos,
generalmente de mejora o de cambios sustanciales, en algunos
ámbitos de su vida. También las empresas suelen elegir esta fecha
para incorporar cambios en su Compañía.
Expertos en marketing también la eligen para hacer campañas más
agresivas hacia el mercado, pues es un momento en que el mercado
es más susceptible de invertir en un mayor consumo, pues existe
una predisposición emocional mayor.
Para muchos, estas fechas coincidentes con celebraciones
navideñas, están asociadas a recuerdos emocionales enlazados con
aspectos familiares y también con creencias heredadas de una
cultura religiosa a los que se han atribuido lemas de paz, amor,
prosperidad y salud, que se traducen en buenos deseos hacia uno
mismo y hacia los demás, que se expresan con la “generosidad” con
la “solidaridad” y con otro orden de excesos relacionados con una
autoatribución de premios para compensar los esfuerzos realizados
a lo largo del año. Una búsqueda de placer en general,
lo que en términos
comerciales se corresponde con encontrar un mercado con mayor
predisposición a la compra de productos o servicios tanto de
necesidad como de todo lo contrario, artículos cuyo propósito no
es tanto su utilidad práctica sino la utilidad de mostrar nuestro
cariño, afecto o agradecimiento a otras personas de nuestro
entorno.
Muchos lectores reconocerán con facilidad esto que les digo,
también reconocerán que hemos atribuido a los objetos aquellas
cuestiones afectivas que debiéramos haber mostrado mediante
acciones, y también algunos me reconocerán que este exceso en la
búsqueda de una “felicidad” basada en el consumo les trae de
vuelta la realidad que pretendemos mejorar, es decir, cenas o
comidas de gala de hermandad y amor pero con unas relaciones que
siguen siendo problemáticas o están deterioradas y no van a
mejorar con el compromiso de compartir una cena o comida, el deseo
de salud para todos se convierte en tener que pasar el resto del
año haciendo dieta para restablecer nuestro peso, el deseo de ser
agraciado con la prosperidad económica al hacer balance se traduce
en que podemos haber incurrido en unos gastos excesivos y, en
cualquier caso, el comenzar un nuevo año nos llena de propósitos,
algunos recientemente adquiridos por nuestro estado emocional
alterado por el ambiente de celebración.
El cambio de año nos aparece como la oportunidad de que nosotros
también vamos a estar renovados. También algunos me reconocerán
que en el ritual de las campanadas de año nuevo, aparte de tomar
las “uvas de la suerte” estamos programando nuestra mente en
desear que todo nos vaya bien a nosotros y a nuestros seres
queridos. Algunas personas realizan otros rituales añadidos:
quemar o deshacerse de lo viejo y proponerse lo nuevo, ordenar la
casa para empezar el año en orden, llevar algo rojo para atraer la
pasión, etc.
Otros retos frecuentes son: dejar de fumar, adelgazar, mejorar la
actividad física, empezar estudios u otros proyectos.
El caso es mirar que esos cambios y proyectos que queremos
comenzar se correspondan a una motivación real. ¿Qué es una
motivación real? Aquella que está realmente alineada con nuestros
intereses, que no es fruto de un acto compulsivo, sino de un acto
meditado. No es fácil realizar los cambios, pero si los queremos
hacer, si hay motivación, podremos tener la paciencia y el tesón
que requiere llevarlos a cabo. No nos engañemos, que cambiar
requiere del esfuerzo después de la decisión.
A todos los que se han propuesto retos para este año quiero
transmitirles que pueden hacerlo, que estén preparados para los
momentos de debilidad, que piensen en qué o quienes se van a
apoyar si éstos momentos aparecen, que lo hagan antes de que los
necesiten, aunque a lo mejor no los necesiten.
Hay personas que saben sobreponerse ante la dificultad o el
esfuerzo sin ayuda, o que incluso se crecen por considerar que esa
situación es un reto, que como tal, van a superar.
Otras consideran los retos como desafíos, como algo que tienen que
vencer, que ellos están por encima de las dificultades y
precisamente lo que les motiva es vencer la dificultad. Algunos
deportistas, por ejemplo, se entrenan para ser capaces de tener
mayores retos cada vez.
A la mayoría de las personas, por el contrario, no les motiva
superar la dificultad, algunas tratan incluso de evitarla siendo
poco resistentes a la misma, lo cual les hace desistir en su
empeño antes de alcanzar los resultados. Estas personas deberían
tomar conciencia de una manera realista de cuál es el nivel de
exigencia de su reto y cuál es el nivel de empoderamiento para
conseguirlo, porque a veces, no es que la persona no sepa
enfrentarse a la dificultad, sino que no está suficientemente
empoderada para superarla o bien, puede requerir del desarrollo de
alguna habilidad o entrenamiento de preparación previo.
Desde primeros de los 90, aunque en España algo después, las
grandes empresas o multinacionales suelen participar de la
preparación de las personas de manera más integral. Sin embargo,
no todas lo hacen, siendo además poco frecuente en las PYMEs. Lo
habitual es que las empresas exijan ciertos retos a sus empleados,
pero sin tener en cuenta el grado de dificultad que puede tener
para éstos llevarlos a cabo.
Es importante valorar si las personas están capacitadas para
afrontar los retos directamente, o si pueden requerir una
preparación previa, o incluso una ayuda personalizada como puede
ser el mentoring o el coaching que aumenten las posibilidades de
conseguir lo que pretendemos.
Los cambios, los retos, el crecimiento personal, el afán de
superación forman parte del
Nuevo Management
por ser necesarios para romper viejas inercias y estar acorde con
el mundo emergente.