Una de las grandes dificultades en 
			  la empresa es que la comunicación que se realiza en sentido 
			  vertical, de arriba abajo y viceversa, acabe por transformar la 
			  idea del negocio en cualquier negocio distinto al que se quiso 
			  crear.
			  
			  En diversos artículos he comentado 
			  que muchas veces el poder que impregna un organigrama 
			  excesivamente jerárquico acaba por engordar una vasta estructura 
			  que ahoga el saber hacer de las personas empleadas en otro nivel 
			  inferior, además de encarecer innecesariamente a la propia empresa 
			  que, tal vez, tiene una desproporción entre los diversos recursos 
			  humanos empleados. También ello requiere una inversión en control 
			  y coordinación entre los distintos departamentos para que exista 
			  una buena puesta en escena de la cultura corporativa.
			  
			  Existe un programa en una cadena de 
			  la televisión española que a mi gusto es 
			  digno de elogiar. Se llama “El jefe infiltrado” y se trata 
			  de que “el jefe” se infiltra en su propia Compañía como si fuera 
			  un empleado más. Tras estar un tiempo en diversos departamentos, 
			  el jefe acaba teniendo una idea concreta y clara de que es lo que 
			  pasa en su empresa. Además tiene la oportunidad de conocer de 
			  cerca, no sólo el funcionamiento de sus empleados, sino también de 
			  las vicisitudes que deben afrontar en su día a día (unos con 
			  agrado y eficiencia, otros sin motivación, otros incluso sin 
			  herramientas, otros que no las usan por hacer las cosas de 
			  cualquier manera, otros que no saben, otros que tienen 
			  prohibiciones que el propio jefe nunca ordenó, y un largo 
			  etcétera), así como la talla humana y las circunstancias 
			  personales que pueden incidir directamente en su productividad. De 
			  esta manera el jefe consigue una gran mejora de resultados al 
			  poder ubicar en el lugar adecuado de la empresa a las distintas 
			  personas que conoce, o corrigiendo los errores que se ha ido 
			  enquistando en la forma de trabajar, o premiando actitudes o 
			  infraestructura, o todo aquello que ha podido advertir por sí 
			  mismo.
			  
			  Y es que existe una cultura 
			  generalizada de que “el jefe” es un ogro, alguien lejano y 
			  distante del empleado, que no está disponible o que toma 
			  decisiones para su negocio sin tener en cuenta a su personal. El 
			  programa de televisión que pongo de ejemplo, contribuye a cambiar 
			  también esta errónea cultura generalizada, pues son muchos los 
			  empresarios que, como también he comentado en otros artículos, 
			  consiguen proporcionar formación a sus empleados y cambiar la vida 
			  incluso en una gran comunidad de la sociedad, que son responsables 
			  y participantes del cambio y del progreso social.
			  
			  Los sistemas de control que emplean 
			  las empresas pueden ser muy variados, pueden ser más o menos 
			  sofisticados en cuanto a los procesos que utilicen, pero no 
			  podemos olvidar que en todo subyace la comunicación y es en este 
			  terreno dónde más y mejor cabe invertir para que la idea del 
			  negocio no se acabe convirtiendo en no se sabe qué. 
			  
			  Infiltrarse en la propia Compañía, 
			  como un empleado más, es recomendable.
			  
			  
			  Nuevo Management invita 
			  a que revisemos nuestra comunicación para cerciorarnos 
			  responsablemente de que el mensaje que se emite sea el mismo que 
			  llega al final de su trayectoria (receptor) y, del mismo modo, 
			  estar abiertos a la escucha activa con aquellos con quien nos 
			  relacionemos, para saber cómo funciona nuestro negocio o nuestras 
			  relaciones.