Muchos de los abusos que se suceden en la interrelación con los
demás, el asumir algunas cargas de otros que no nos corresponden,
permitir acuerdos en
detrimento de los propios intereses, entre otros ejemplos en los
que no se ha sido capaz de decir “no”, es más frecuente de lo que
parece. La gestión de límites de nuestras relaciones se realiza,
en general, con bastante desatino.
Sin embargo cuando somos niños, entre los dos y tres años de edad,
es una de las primeras
cosas que aprendemos a decir. En esta etapa el niño muestra su
capacidad de independencia, quiere hacer las cosas por sí mismo y
por eso niega muchas veces aquello que se le pide, aunque sea
arbitrariamente. La etapa del desarrollo educacional impone una
serie de normas que restringen nuestro deseo de negación, ya que
se tiende a confundir el generar buenos hábitos, disciplina,
esfuerzo, etc. con una educación impositiva y prohibitiva y muchas
veces agresiva. Tanto es así, que cuando ya somos adultos hemos
perdido la capacidad de discernir a qué queremos decir que “NO”.
Es, en muchos casos, a raíz de obtener unas consecuencias
negativas a nuestra falta de capacidad para decir que no, cuando
nos damos cuenta de que no supimos negarnos a algo perjudicial
para nosotros. ¿Qué nos lo impedía?.
El “NO” es un derecho legítimo que nadie puede cuestionarnos y
hemos de estar dispuestos a asumir las consecuencias. Podemos
tener creencias acerca de ello, que vayan en la línea de que decir
“no” nos asocie a toda una lista de atributos de comportamiento
negativos: desobediencia, nula colaboración, negatividad,
rebeldía, insumisión, etc. Frente a esto, hay que considerar que
decir “no” no es equivalente a una actitud generalizada negativa,
sino que es una decisión tomada ante posibilidades concretas que
queremos dar por finalizadas o cerradas.
Por otra parte, muchas veces ocurre que a los demás les cuesta
entender el “NO” y no aceptan nuestra negativa, ante lo que
conviene ser asertivos.
Actualmente el uso de las redes sociales y las aplicaciones
informáticas o APP de móviles que utilizamos constantemente, piden
nuestro permiso para que aceptemos sus condiciones si queremos
usarlas, un permiso que se da con facilidad en general,
aprovechando para de esta
forma acceder a información personal privada, nuestros gustos,
comportamientos, necesidades.
En el ámbito profesional, también la toma de decisiones es uno de
los roles fundamentales del quehacer diario, aunque cada vez es
más generalizado el uso de procedimientos establecidos y normas
que restringen las posibilidades, limitando el talento y la
iniciativa pero que también evitan acciones inadecuadas para
empleados que carecen de iniciativa o talento.
En el ámbito social, la protesta y reivindicación ante abusos y
corrupción están a la orden del día mientras que no se construyan
nuevos sistemas que favorezcan a la mayoría de personas en lugar
de a la minoría que gobierna.
La inercia de un mundo cada vez más restrictivo se contrapone a la
actual Era de la información, en la que impera el cambio de
sistemas viejos por la construcción de otros nuevos que no estén
basados en la restricción de acciones, sino al contrario, en la
participación y ejercicio del libre albedrío por parte de toda la
sociedad.
Es importante e imprescindible una buena gestión de los límites en
todas las relaciones de todos los ámbitos, siendo fundamental una
buena preparación de base desde la infancia para no tener que
aprenderlo demasiado tarde, como ahora ocurre. Con ello, se
contribuye a tener las riendas de nuestra vida y a construir
sociedades más justas para todos.
En conclusión, la
capacidad para establecer relaciones profesionales con una
correcta gestión de límites mejora la productividad, la
satisfacción y la salud formando parte de las cualidades que
Nuevo Management
considera valiosas y acordes con la actual Era de
la información.