Sistemas, personas y
talento
La
psicología humanista de mediados de siglo 20 y, sobretodo, la
contracultura de la década de 1960
-entendida como el rechazo hacia las sociedades cerradas-, hicieron que
se pusieran en cuestión los sistemas y sus reglas, dando una excesiva
relevancia a las personas. El propio Peter Drucker reconoció su error
cuando afirmó que hace falta un nuevo management centrado en las
personas.
Actualmente, los intelectuales y las
organizaciones transnacionales hacen referencia a un “individuo en
sociedad”, es decir, a personas libres que conviven en un contexto
social. Este es un concepto diferente del individualismo liberal, del
socialismo que somete el individuo al sistema y del pensamiento oriental
para el que la sociedad sólo son las personas, despreciando los
sistemas, las reglas, la ciencia, la tecnología y el progreso. Este
nuevo enfoque de la condición humana deriva de la triple naturaleza
humana biopsicosocial (biológica, psicológica y social) del modelo
antropológico actual. Nacemos animales y la influencia sociocultural
(sistemas) nos ayuda a hacernos humanos; además, el nivel de vida
alcanzado en Occidente se debe a los sistemas que fueron creados por
personas en el pasado. Por tanto, los sistemas son básicos para la vida
humana.
Con
algunos matices, podríamos decir que la sociedad se divide en
burócratas, emprendedores y masas. Los burócratas defienden los valores
y reglas existentes -aunque no sirvan-, mientras los emprendedores
crean, transforman y, en su caso, eliminan los sistemas y las reglas.
Los resultados extraordinarios -propios del talento- se deben a utilizar
posibilidades fuera de las reglas y, a veces, de los propios sistemas. A
diferencia de los otros dos colectivos mencionados, las personas con
talento son creativas en lugar de imitativas. Por último, las masas
apoyan los burócratas y los sistemas para que defiendan sus intereses,
aún sabiendo que los burócratas dan prioridad a sus privilegios e
intereses. Esto se debe a que la gente común necesita referencias y
delegar la responsabilidad sobre su propia vida.
El
nivel de avance de los países desarrollados hace que su principal tarea
consista en sostener los sistemas y reglas heredados. Por eso, en
general, necesitamos un mayor número de personas con mentalidad
burocrática que emprendedores. Pero el ciclo de vida de los sistemas,
reglas, bienes y servicios se está acortando en la mayoría de los casos.
El trabajo de un innovador puede orientar la actividad de miles o
millones de personas durante décadas o siglos. Un innovador se centra
más en las posibilidades que en los sistemas, al contrario que un
burócrata para el que sólo existen las posibilidades del sistema. Ambas
mentalidades son complementarias pero incompatibles. Durante el siglo 20
cambiamos de mercados de demanda a mercados de oferta. En los antiguos
mercados de demanda, las empresas consolidadas necesitaban ser dirigidas
por personas con perfil burocrático. La innovación sólo se producía en
los primeros años y era realizada por los fundadores; después tomaban el
relevo los empresarios profesionales y directivos, durante las fases de
expansión y desarrollo convirtiéndolas en burocracias y tecnocracias.
Eran empresas casi estáticas, con pocos cambios en número y
significancia. Sin embargo, la eliminación de la escasez de la oferta
cambió hacia mercados de demanda, saturados, dinámicos y con
competencia. En este nuevo contexto, los perfiles burocráticos no pueden
gobernar las empresas porque las conducen a su declive, debido a no
saber aprovechar las crecientes posibilidades existentes fuera de su
perspectiva, fuera de las reglas. Los burócratas detienen el dinamismo,
son inmovilistas que siguen una de las máximas de la práctica
empresarial que sugiere que “no tomes una decisión, salvo que sea
necesario”. En este sentido, Drucker decía que “… pocos ejecutivos
logran alcanzar una décima parte de la efectividad que su capacidad, sus
conocimientos y su industria merecen”.
La mayoría de las 500 mayores empresas estadounidenses de
1950 –según la lista de Fortune 500- no aparecía en la lista del año
2000, casi todas habían desaparecido. Tal vez, en este nuevo contexto es
la hora del talento como creador, transformador y eliminador de los
sistemas -incluidas las organizaciones- que ya no sirven o ya no son
capaces de adaptarse.
Sabemos que tanto los sistemas como las organizaciones están fallando,
haciendo que la mayoría de las empresas desaparezcan en algunas décadas,
más rápidamente cuánto más dinámico es un sector de actividad económica.
Algunos intelectuales empresariales, haciéndose eco de esta situación,
defienden que las grandes empresas no deben desaparecer. Sin duda, el
coste social de su desaparición es alto, pero más caro es mantenerlas
gobernadas por directivos burocráticos que mantienen propuestas
desfasadas. También creo que no deben desaparecer, pero para ello es
necesario dejar espacio para todo tipo de talentos y las organizaciones
jerarquizadas no lo permiten. Por eso propuse el Modelo Empresarial de
los Talentos Múltiples (METM) que sostiene que los directivos con
perfiles burocráticos, pueden y deben dirigir a las masas para que
realicen las actividades rutinarias heredadas del pasado -sosteniendo lo
establecido-, pero no los proyectos de cambio: transformación e
innovación que, precisamente, suelen ir en contra en de los privilegios
creados incluyendo los propios. Los accionistas y cúpulas empresariales
responsables tienen la palabra o será la competencia y los clientes
quienes harán que la empresa cierre.
Probablemente y, en parte, debido a la influencia del pensamiento
oriental, existe una tendencia creciente a despreciar los sistemas y
ensalzar las personas, aunque estas sean egocéntricas y holgazanas,
fomentando el parasitismo social y la decadencia de los sistemas
existentes, como hace el Estado de Bienestar. En este sentido, las
empresas están orientando el área de Recursos Humanos hacia la mejora de
sus trabajadores como individuos y como equipo, asumiendo una función
propia del sistema educativo. La década de 1990 fue la década del
autoconocimiento en el mundo empresarial. El desarrollo personal, el
liderazgo y el coaching suelen ser las tres bases de los actuales
programas en esta área. Pero este enfoque no es correcto porque sólo
puede lograr hacer mejores burócratas y, aunque pueda que sea necesario
no es suficiente. Es la separación de las funciones empresariales entre
los distintos talentos la que puede hacer que las grandes empresas no
desaparezcan y que los sistemas no entren en declive.
|
|
|