La complejidad del cambio
mental
Como consecuencia del nuevo modelo antropológico de hace unas décadas,
el cambio individual es uno de los asuntos más actuales.
La creciente complejidad social y los numerosos errores
socioculturales heredados -incluyendo aquellos sobre el funcionamiento
mental-, así como la inercia y la resistencia al cambio, hacen que la
transformación para el crecimiento de la persona sea difícil.
El actual modelo antropológico se basa en una naturaleza
biopsicosocial; es decir, que tenemos factores biológicos o corporales,
psicológicos y sociales, debido a la influencia de nuestro ambiente. Los
contenidos mentales son una construcción continua; por tanto, cuando
tenemos un error debemos corregirlo y éste es el espacio para el cambio
individual. Entre los 12 y los 15 años, completamos nuestras
herramientas mentales con el pensamiento abstracto que nos permite
comprender todo tipo de cosas. Hasta entonces hemos estado, en alguna
medida, indefensos ante la influencia externa, de forma que hemos
aceptado como ciertas numerosas creencias, tanto los aciertos de otros
como sus fallos, algunos heredados desde hace milenios. Por esta razón,
la mayoría de las personas no tienen pensamiento propio; sus contenidos
mentales son un puzzle compuesto por distintas piezas socioculturales
que no siempre encajan, originando las incoherencias y contradicciones
que producen los problemas.
Por otro lado, hemos utilizado esos errores y
contradicciones como referencia para interpretar las nuevas experiencias
e incluso para crear hábitos, a su vez, esta nueva generación podemos
utilizarla para crear nuevos hábitos e interpretar nuevas experiencias,
creando numerosas referencias incorrectas que extienden el error
inicial, dificultando su cambio. Si algún día corregimos esas creencias
erróneas, sus sustitutas no serán completamente operativas, ya que
tendremos que estar atentos para no utilizar sus contenidos mentales que
derivan de ellas. La situación es más compleja cuando son automatismos
mentales o hábitos, especialmente si son actitudes, puesto que éstas
pueden limitar la percepción y la conducta, además de la interpretación.
La interiorización consiste en la integración de nuevos o
modificados contenidos mentales en nuestras estructuras activas de uso
habitual. Pero siempre puede pasar que activemos algunos contenidos
mentales poco usados, creando incoherencia, por lo que la
interiorización nunca es completa, salvo que todos nuestros contenidos
sean correctos, lo cual es imposible.
La principal creencia popular contra el cambio consiste
en asumir que tenemos una esencia que no podemos cambiar. Esta “creencia
tapón” se ha mantenido durante miles de años y todavía es mayoritaria
aunque una parte de la ciencia la ha rechazado hace décadas.
Las personas relevantes suelen tener un alto control de
sus vidas y tratan de forma diferente su crecimiento
intelectual-profesional. No piensan en términos de virtudes o defectos,
o de competencias, sino de las metas y proyectos que quieren realizar,
que condicionan los recursos mentales que necesitan. De esta forma,
algunos aspectos que fueron oportunos para abordar proyectos en el
pasado pueden dificultar los actuales, en cuyo caso los cambian. Ni
antes eran fortalezas, ni ahora son debilidades; ambos conceptos no son
correctos porque no existe una estructura mental apropiada para todo
tipo de proyectos, no tiene sentido pensar en un modelo perfecto a
imitar. Estas ideas forman parte de los errores socioculturales que
hemos heredado de la visión mágica del ser humano, del antiguo modelo
antropológico filosófico-religioso que aún perdura.
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