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La complejidad del cambio mental

Javier Marzal, 10-7-2009.       Artículo en PDF

Como consecuencia del nuevo modelo antropológico de hace unas décadas, el cambio individual es uno de los asuntos más actuales.

La creciente complejidad social y los numerosos errores socioculturales heredados -incluyendo aquellos sobre el funcionamiento mental-, así como la inercia y la resistencia al cambio, hacen que la transformación para el crecimiento de la persona sea difícil.

El actual modelo antropológico se basa en una naturaleza biopsicosocial; es decir, que tenemos factores biológicos o corporales, psicológicos y sociales, debido a la influencia de nuestro ambiente. Los contenidos mentales son una construcción continua; por tanto, cuando tenemos un error debemos corregirlo y éste es el espacio para el cambio individual. Entre los 12 y los 15 años, completamos nuestras herramientas mentales con el pensamiento abstracto que nos permite comprender todo tipo de cosas. Hasta entonces hemos estado, en alguna medida, indefensos ante la influencia externa, de forma que hemos aceptado como ciertas numerosas creencias, tanto los aciertos de otros como sus fallos, algunos heredados desde hace milenios. Por esta razón, la mayoría de las personas no tienen pensamiento propio; sus contenidos mentales son un puzzle compuesto por distintas piezas socioculturales que no siempre encajan, originando las incoherencias y contradicciones que producen los problemas.

Por otro lado, hemos utilizado esos errores y contradicciones como referencia para interpretar las nuevas experiencias e incluso para crear hábitos, a su vez, esta nueva generación podemos utilizarla para crear nuevos hábitos e interpretar nuevas experiencias, creando numerosas referencias incorrectas que extienden el error inicial, dificultando su cambio. Si algún día corregimos esas creencias erróneas, sus sustitutas no serán completamente operativas, ya que tendremos que estar atentos para no utilizar sus contenidos mentales que derivan de ellas. La situación es más compleja cuando son automatismos mentales o hábitos, especialmente si son actitudes, puesto que éstas pueden limitar la percepción y la conducta, además de la interpretación.

La interiorización consiste en la integración de nuevos o modificados contenidos mentales en nuestras estructuras activas de uso habitual. Pero siempre puede pasar que activemos algunos contenidos mentales poco usados, creando incoherencia, por lo que la interiorización nunca es completa, salvo que todos nuestros contenidos sean correctos, lo cual es imposible.

La principal creencia popular contra el cambio consiste en asumir que tenemos una esencia que no podemos cambiar. Esta “creencia tapón” se ha mantenido durante miles de años y todavía es mayoritaria aunque una parte de la ciencia la ha rechazado hace décadas.

Las personas relevantes suelen tener un alto control de sus vidas y tratan de forma diferente su crecimiento intelectual-profesional. No piensan en términos de virtudes o defectos, o de competencias, sino de las metas y proyectos que quieren realizar, que condicionan los recursos mentales que necesitan. De esta forma, algunos aspectos que fueron oportunos para abordar proyectos en el pasado pueden dificultar los actuales, en cuyo caso los cambian. Ni antes eran fortalezas, ni ahora son debilidades; ambos conceptos no son correctos porque no existe una estructura mental apropiada para todo tipo de proyectos, no tiene sentido pensar en un modelo perfecto a imitar. Estas ideas forman parte de los errores socioculturales que hemos heredado de la visión mágica del ser humano, del antiguo modelo antropológico filosófico-religioso que aún perdura.

 


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