Sensiblería, sensibilidad
y aprendizaje
En la década de 1990 las emociones
ocuparon un papel importante en la ciencia y en la cultura popular. Como
resultado de ese interés, ahora podemos afirmar que la mayoría de la
gente es sensiblera y esto es lo contrario de tener sensibilidad hacia
la realidad, dificultando el aprendizaje y proporcionando una baja
productividad.
Podemos definir la
sensibilidad como la capacidad de percibir los estímulos externos
(mediante los sentidos) e internos (sensaciones o información producida
por los procesos mentales) para evaluar las cosas, ideas, personas,
sistemas, procesos, situaciones, relaciones, etc. De hecho, la
sensibilidad es una de las características principales sobre la
precisión de numerosos aparatos de medida.
Sin embargo, la
cultura popular ha distorsionado su significado y ha confundido la
sensibilidad hacia la realidad, incluyendo las emociones de las
personas, con la sensiblería emocional o sentimentalismo. Cuanto mayor
es la sensibilidad, derivada por el interés hacia las cosas, más se
profundiza para comprenderlas de una forma creativa, ésta es una
característica propia de las personas con talento. Por el contrario, la
gente común suele basarse en opiniones y valoraciones superficiales; su
actitud y sus hábitos les llevan a distorsionar la realidad, activando
una intensidad emocional excesiva e incluso algunas emociones exclusivas
de la sensiblería. A menudo, las alteraciones de esta emocionalidad
sensiblera producen alteraciones y descontroles emocionales que
paralizan la actividad de este tipo de personas.
La sensiblería está
relacionada con la cultura que ensalza el sufrimiento y el victimismo,
fomentando que las personas tiendan a identificar aspectos que
consideran negativos, aunque sean irreales, y así se emocionen
rápidamente con cualquier estímulo. Una gran parte de estas personas
suelen creer que son muy sensibles, pero en realidad son sensibleros.
Lógicamente, esta distorsión les lleva a percibir e interpretar
incorrectamente las cosas, equivocándose en su toma de decisiones. Por
este motivo la gente sensiblera suele ser poco útil para las personas,
las organizaciones y la sociedad. Probablemente, otras personas que
también sean sensibleras estarán encantadas de compartir sus opiniones
desacertadas, su victimismo y sus sufrimientos, pero en el ámbito de las
organizaciones sería conveniente que realizaran tests de sensibilidad y
de sensiblería como parte de sus procesos de selección y de evaluación.
La sensibilidad es
única y múltiple. Única en cuanto al aprendizaje. Puede decirse que una
persona sensible está interesada en su crecimiento intelectual y
profesional; por el contrario, las personas sensibleras no suelen estar
interesadas en un aprendizaje global, aunque, a veces, puedan ser buenos
especialistas.
Además, la
sensibilidad es múltiple en cuanto a que cada persona tiene diferentes
intereses, las áreas en las que está abierta al aprendizaje, las que ha
seleccionado para su crecimiento intelectual y profesional.
En cuanto a las
personas sensibleras, algunas lo son en su vida privada y, menor medida,
en su vida profesional, aunque suelen tener rechazo hacia las cuestiones
más corporativas, donde las decisiones son más sociales y popularmente
menos humanas; es decir, donde se sacrifican intereses personales por el
bien de los intereses colectivos de todos los stakeholders de la
organización: clientes, colaboradores, comunidades geopolíticas,
directivos, empleados sin rango, proveedores, socios, etc.
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