El riesgo en un entorno de
creciente dinamismo
La globalización ha creado un contexto
de creciente dinamismo que está cambiando la naturaleza del
trabajo de los empresarios y directivos.
La estrategia es una
actividad que relaciona una idea de negocio con un mercado, existente o
nuevo, a una organización con el exterior, especificando su visión y
misión. Cuando una persona tiene una idea de negocio, ésta queda
definida en la estrategia aunque no siempre sea explícita, después se
realiza la planificación estratégica, la parte más técnica que abarca
todas las funciones o actividades empresariales. La estrategia son los
conceptos de negocio propios de una organización, mientras la
planificación estratégica complementa la estrategia con las técnicas del
management (teoría y práctica empresariales).
La globalización del conocimiento científico y de la tecnología
generalista hizo posible una aceleración sin precedentes del cambio
empresarial. Con la reciente globalización integral (conocimientos,
financiera, política, de la ciencia, tecnología, procesos, bienes y
servicios), debida al aumento de la emprendeduría y de la integración
mundial, la toma de decisiones de los dirigentes debe alinearse con
estos cambios sociales y con las nuevas preferencias individuales. Esta
nueva orientación supone un cambio sustancial en la naturaleza de las
decisiones empresariales, por tanto, en la mentalidad y preparación de
los empresarios profesionales y de los directivos. La extendida
conciencia de que lo existe no sirve y del surgimiento constante de
nuevas posibilidades están creando una nueva cultura que ensalza el
cambio y rechaza la burocracia. Probablemente, sea el paso definitivo
para extender la meritocracia a toda la sociedad.
Hasta hace pocas décadas, las actividades de creatividad, emprendeduría
e innovación quedaban en manos de los emprendedores e innovadores,
mientras su expansión, mejora y sostenimiento eran las tareas de los
burócratas (políticos, funcionarios, empresarios profesionales y
directivos). Eran dos tipos de actividades completamente diferentes y,
en cierto, modo las personas que las realizaban eran incompatibles entre
sí; sin embargo, una mayor integración de toda la sociedad y la
incorporación del cambio a todas las actividades está aumentando la
necesidad de personas con capacidad de realizar transformar lo existente
o cambiarlo radicalmente (innovación), disminuyendo la necesidad de
personas con perfil conservador, propia de los dirigentes profesionales.
Por este motivo, la emprendeduría y la innovación tienen en común un
aspecto del que se habla mucho últimamente que es el riesgo; de hecho,
la gestión del riesgo ocupa un lugar preferente en los contenidos de los
escritores y conferenciantes empresariales, así como las escuelas de
negocio y las consultoras. Pero es complejo que personas con mentalidad
conservadora, como la mayoría de los empresarios y directivos, puedan
admitir el riesgo en sus decisiones, de forma que sean útiles. Además,
una tradicional evaluación de méritos basada en no haber cometido
errores más que en los resultados extraordinarios (talento) obtenidos,
no es un camino adecuado para que las personas con una mentalidad
efectiva para las nuevas necesidades asciendan en los organigramas
empresariales.
Anteriormente, se hablaba de las amenazas que forman parte de la famosa
matriz DAFO. Sin embargo, el riesgo, tal vez sea un concepto más amplio
y pueda relacionarse de una forma más clara con los resultados y, sobre
todo, con una gestión proactiva de las decisiones, mientras en un
entorno de bajo dinamismo era más reactiva, salvo excepciones debidas a
proyectos puntuales. También podemos asociar el riesgo de una forma
constructiva a las oportunidades del DAFO; pero tal vez sea una visión
demasiado simplista, positiva-negativa (bien-mal) y poco realista
(evaluación de múltiples beneficios y perjuicios, beneficiarios y
perjudicados) porque el riesgo es consustancial a la incertidumbre y a
la decisión, a los aciertos y a los fallos, a los resultados
extraordinarios y a los peores.
La actual gestión del riesgo suele requerir que las decisiones
empresariales sean tomadas por personas con una visión dinámica de las
cosas. De esta visión dinámica deriva una mentalidad proactiva propia de
los creadores de futuro que formaban la sociedad emergente, en lugar de
ser herederos de los emprendedores del pasado que conforman la sociedad
decadente. De ello deriva la apertura y flexibilidad mentales, así como
una autodirección del aprendizaje continuo.
La visión dinámica y la mentalidad proactiva implican la incorporación
de la incertidumbre y de la gestión del riesgo a las decisiones
empresariales. Por ello, el análisis y diagnóstico de las situaciones,
así como la planificación de la actividad son muy distintos de los
académicos y generalmente utilizados. Se hacen necesarias personas con
distintos perfiles, nuevas teorías y nuevas prácticas empresariales para
que las decisiones empresariales sean efectivas en la incertidumbre
creada por el mencionado dinamismo que hace que las decisiones tengan un
ciclo de vida cada vez más corto.
La iniciativa de otros sectores, competidores o nuevos actores hace que
los cambios puedan producir riesgos más o menos inesperados por lo que
se hace conveniente realizar un mayor número de supuestos en la
planificación y, en su caso, ser capaces de tomar decisiones rápidas. El
riesgo se incrementa cuando quienes deciden no son responsables de las
consecuencias de sus acciones. El entorno cultural y jurídico no es
apropiado para la gestión integral del riesgo, tanto a nivel individual
o colectivo. ¿Está creciendo el porcentaje de personas irresponsables
individual y colectivamente?
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