Del liderazgo a la
influencia
Los cambios sociales de las últimas
décadas han sido sustanciales (radicales), haciendo que la autoridad
esté perdiendo, generalmente, su legitimidad en la mayoría de los
ámbitos de la vida privada y pública, cediendo su lugar a la influencia.
La
influencia sobre los demás se ha convertido en el sucesor del mando y
control para movilizar la sociedad y sus organizaciones, en lo que se
conoce como libre mercado, con o sin ánimo de lucro. Tanto la influencia
global de las nuevas tecnologías, empresas, bienes y servicios, como la
influencia de las personas con las que nos relacionamos directamente y
conforman nuestro entorno más próximo.
En
diferentes ámbitos, incluido el empresarial, desde hace más de un siglo
se viene estudiando el liderazgo, apareciendo nuevas características y
modelos para adaptar la teoría a las nuevas posibilidades y
requerimientos producidos por los mencionados cambios sociales.
Existen un
sinfín de programas de preparación para el liderazgo, pero creo que, en
algunos casos, tratan sobre la influencia derivada de la autoridad, más
que de la influencia como una parte inevitable de cualquier tipo de
relación interpersonal (privada, profesional o social); es decir, tratan
del liderazgo coercitivo en función del poder derivado de un cargo en
las tradicionales organizaciones jerarquizadas. Esto sería más autoridad
que liderazgo, puesto que el liderazgo contemporáneo no debe imponer
sino sugerir con argumentos.
La
influencia, en su sentido más amplio, puede ser voluntaria o
involuntaria, generalmente subconsciente. ¿Quién es consciente de la
influencia que ejerce sobre un niño desconocido en la calle? A veces
producimos un fuerte impacto sin ser conscientes de ello. Precisamente,
esta es la razón por la que suele decirse que la mayoría de los
políticos, empresarios y directivos no es creíble; su corporalidad o
lenguaje corporal transmite mensajes contrarios a sus palabras y, en
algunos casos, ejercen una influencia perjudicial para la mayoría.
Recordemos que la hipocresía está muy arraigada en nuestra milenaria
cultura occidental.
La
sustitución de la autoridad por el liderazgo, la descentralización, nos
hace más humanos porque exige a una creciente mayoría que piense y tenga
iniciativa, en lugar de limitarse a ser autómatas sociales que acatan
órdenes de jefes supuestamente con mayores conocimientos y criterio.
Esta es una de las causas principales para la aparición de lo que suele
denominarse una nueva conciencia, un nuevo ser humano, etc., es decir,
personas con pensamiento propio.
La
coherencia, la autoconciencia, la autorresponsabilidad, el autoliderazgo,
etc. son esenciales para un entorno de creciente exigencia profesional
para aumentar el progreso social y la calidad de vida, así como el
crecimiento intelectual y humano de las personas. Forman la base de la
nueva Era de la información, de la nueva cultura y de las nuevas
sociedades para el nuevo individuo. Durante algunas décadas, cambiar las
viejas culturas corporativas industriales de las grandes empresas hacia
esta nueva, supondrá una ventaja comparativa en la mayoría de los
sectores de actividad económica, así como para los propios trabajadores
que adopten esta cultura y produzcan hábitos para llevarla a la
práctica.
Todos
tenemos capacidad de influir a los demás, mucho más allá de lo que suele
conocerse como liderazgo; por ello, debemos utilizarla consciente y
correctamente para beneficiarnos de sus posibilidades y no perjudicarnos
ni a los demás.
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