Aprender de la experiencia
ajena
La
mayoría de la gente no suele escuchar suficientemente y por eso su
velocidad de aprendizaje es muy baja ya que aprenden poco de la
experiencia ajena, al contrario de la gente destacable.
La gente que destaca suele aprender bastante de la experiencia ajena, de
la que parte para ir más allá de lo que los demás han hecho con
anterioridad, superando lo existente, lo heredado. Los emprendedores y
los innovadores lo son porque son capaces de comprender profundamente un
asunto y vislumbrar nuevas posibilidades. Pero pocas personas poseen el
suficiente nivel de ambición personal o de conciencia social para
desarrollar el grado de interés necesario para salir del egocentrismo
típico de las culturas existentes.
En el otro lado, la gente común (la mayoría) cree que saben más de lo
que realmente saben. No reconocen sus contradicciones y su insuficiente
nivel intelectual les lleva a no ser conscientes de lo que saben. Tienen
su autoimagen distorsionada, igual que su forma de entender las cosas.
Además, creen que los demás saben menos que ellos y no son capaces de
reconocer a la gente informada, salvo que éstos les digan, previamente,
su más elevada posición socioprofesional o nivel de conocimientos.
Habitualmente, escuchan sólo lo justo para intervenir, suelen creer que
siempre tienen que intervenir; es otro efecto de su superficialidad y
egocentrismo característicos. Por estos motivos, aprenden poco de los
demás.
Por otro lado, los libros serios y rigurosos no los comprenden y, por
eso, no suelen leerlos. Estas personas están muy cerradas al aprendizaje
externo, al conocimiento acumulado durante miles de años por la
humanidad. La falta de aprendizaje externo hace que la gente común no
sirva para dirigir, aunque un alto porcentaje de dirigentes son gente
común y de ahí sus resultados.
Ciertamente, la mayor parte del conocimiento acumulado es erróneo, pero
hay mucho conocimiento contemporáneo que incorpora la nueva cultura,
especialmente desde que, durante el siglo 20, se ha llegado a que la
ciencia abarque todo el conocimiento, al menos útil. También es cierto
que las propuestas de la enseñanza reglada, de los catedráticos y de los
consultores españoles son poco estimulantes y mantienen los errores
socioculturales del pasado que hacen que España esté tan atrasada
respecto a su entorno; promulgan los credos católico y socialista
-sistema incompatible con la Unión Europea que consagra la economía de
mercado-. Estos son los dos grandes engaños de la historia de la
humanidad que hace a la gente dogmática y cerrada, características
propias de la gente común. Tampoco tienen en cuenta que los trabajos de
otros también pueden servir como estructura para guiar nuestras
reflexiones.
La gente común es experta en excusas, suele argumentar que necesitan
vivir las cosas para aprender. No son conscientes de que dada la
inmensidad del universo, de la humanidad, de un mercado, de una gran
organización o de gran parte de los trabajos técnicos, reducir a la
propia experiencia nuestro ámbito de aprendizaje es limitarnos
excesivamente, lo que les lleva a ser poco útiles y poco efectivos,
tanto para ellos mismos como para los demás. Es egocéntrico y conduce al
parasitismo social, el mayor mal de nuestro tiempo que ha provocado la
crisis actual.
Aplicar estas descripciones en las políticas de selección y promoción
del personal proporcionará una ventaja comparativa durante las próximas
décadas. En el ámbito privado, sirven para seleccionar personas con las
que podamos crecer intelectualmente. Es fácil detectarlos, simplemente
se les puede explicar algo que hacen mal y preguntarles si lo han
entendido, responderán que sí, pero seguirán haciéndolo mal porque, en
el fondo, no tienen interés por hacer las cosas bien ni por cambiar.
Pocas personas son capaces de cambiar a este tipo de gente, pero es
demasiado caro, es más efectivo despedirlos o cambiar de amistades.
Además, la gente común no suele reconocerse a sí misma como tal,
recordemos que tienen distorsionada su autoimagen.
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