Jerarquización y proyectos
de cambio.
Los empresarios y los directivos pueden
ser piezas fundamentales para proyectos de cambio incrementalistas, pero
para cambios más profundos suelen ser un inconveniente.
Los proyectos de cambio pueden formar parte del incrementalismo o de la
innovación. El incrementalismo consiste en la mejora continua,
generalmente aprovechando avances externos: en management (teoría y
práctica empresarial, también denominado administración y dirección de
empresas), en tecnologías de la información, en los cambios sociales
(especialmente en los países emergentes) y en la ciencia y tecnología
genérica o en la propia de cada área de actividad económica. La
innovación supone un cambio sustancial o radical respecto a la oferta
existente, generalmente desde nuevas perspectivas, suelen incluir
cambios abstractos o conceptuales.
Estas diferencias hacen que estos cambios se originen desde mentalidades
distintas. El incrementalismo suele ser más propio de los profesionales
del management (empresarios y directivos), mientras la innovación se
relaciona más con los emprendedores empresariales o fundadores de
empresas que no tienen que partir de una organización con actividad,
sino diseñar y poner en marcha un negocio nuevo. Los intereses y
motivaciones de los primeros se centran en el pasado, tanto en la propia
herencia recibida como en el funcionamiento del mercado existente y en
los resultados conocidos de lo que hizo anteriormente su competencia; es
decir, lo que sabemos hoy del mercado o de la competencia son resultados
de un pasado más o menos lejano y estos resultados se deben a decisiones
anteriores. Decisiones y resultados forman parte de la actividad del
pasado. En otras palabras, los empresarios y los directivos se centran
en interpretar lo que ya ha pasado, evalúan cosas existentes: teorías,
estrategias, planes, modelos, sistemas, procesos, prácticas,
experiencias, bienes y servicios. Se apoyan en los analistas del mercado
que, como ellos, son expertos en lo que otros han hecho, por parte de la
oferta y de la demanda.
Por
el contrario, los emprendedores y fundadores de empresas, están más
próximos a la innovación -en alguna de sus fases- y, por tanto, debido a
la falta de datos, su trabajo principal se basa en recreaciones
virtuales de la oferta y de la demanda, en prospectiva, supuestos o
proyecciones.
Para conseguir los resultados extraordinarios, propios del talento, es
necesario hacer cosas diferentes de las que hacen los demás. Ello
implica creatividad, cuanto menos para adaptar procesos que otros han
llevado a cabo en otras organizaciones o mercados, a nuestra actividad
profesional. Como hemos visto antes, no es igual la creatividad
necesaria para mejorar lo existente (incrementalismo) que la necesaria
para crear nuevos paradigmas, procesos, bienes o servicios (innovación).
La diferencia consiste en un mayor grado de creatividad en la innovación
que en el incrementalismo, debido a una menor utilización de la
imitación aunque la innovación no suele estar exenta de imitación, las
dos grandes estrategias del pensamiento. Podemos ser muy creativos, pero
aportar cosas que otros ya hicieron antes sin saberlo nosotros.
Recordemos que el incrementalismo se orienta desde el conocimiento del
pasado, desde estructuras existentes, mientras la innovación trasciende
el pasado sustancialmente y su autor lo va construyendo en una
experiencia virtual, hasta que la madura suficientemente para llevarla a
cabo.
Generalmente el incrementalismo suele ser más complejo y requiere de más
conocimientos y de una actividad más rutinaria e imitativa. Por el
contrario, la innovación suele ser tan simple de entender como difícil
de crear porque suele requerir crear la mayoría de los procesos para
convertir una idea diferente en una innovación -bienes o servicios
aceptados por el mercado-. La naturaleza dogmática de todas las culturas
existentes hasta la fecha hace que las personas rechacen la posibilidad
de intentar ser emprendedores o innovadores, aunque, desde finales del
siglo 20, estamos añadiendo a la nueva cultura de la Era de la
información la desmitificación de la la innovación, popularizándola.
Ahora la mayoría sabe que no hace falta ser un genio, ni tener grandes
conocimientos ni un don o una gracia para ser un relevante emprendedor
o innovador.
Las mentalidades incrementalistas derivan de considerar más valioso
preservar lo existente -la acumulación de diez mil de años de
civilización- que aprovechar las nuevas posibilidades; por eso priorizan
la inercia y las rutinas existentes. Dedican la mayor parte de su tiempo
a tareas reactivas, especialmente a la resolución de problemas,
incluyendo el desposicionamiento de estrategias y del producto debido al
avance de la competencia, así como a la incorporación de cambios
tecnológicos. Debido a nuestras culturas, es típico que a medida que se
cumplen años disminuyan las expectativas y las personas se hagan más
conservadoras priorizando preservar lo heredado y lo conseguido
-psicológica, profesional, económica y socialmente- a innovar, tanto en
construir un pensamiento propio como en la propuesta profesional.
Los jóvenes suelen estar más abiertos a la innovación porque están menos
condicionados por la cultura y por la propia experiencia que cuando la
hemos considerado como fracaso crea numerosas autolimitaciones. También
porque conocen menos el sistema establecido, debido a su gran
complejidad, y se fijan más en sus fallos que en sus ventajas por lo que
quieren cambiarlo más que preservarlo, tienden a ser más proactivos para
hacer cambios que reactivos para reaccionar ante los cambios que otros
han hecho. A pesar de ello, la mayoría de los relevantes innovadores
empresariales realizan sus propuestas después de varios años trabajando.
La experiencia profesional aporta un cierto nivel de conocimientos
empresariales y, a veces, del sector de actividad profesional donde
innovan. Probablemente, esos emprendedores organizacionales innovadores
lo fueran también, en algunas medidas, en su adolescencia cuando
construyeron la base conceptual de su pensamiento o cuando trabajaban
para terceros, porque es muy difícil construir talentos emprendedores o
innovadores a cierta edad e, igualmente, tenerlos y no utilizarlos. Lo
mismo puede decirse de los talentos incrementalistas, tanto los más
generalistas -propios de empresarios y directivos-, como los de los
técnicos más específicos, propios de cualquiera de las áreas funcionales
de las organizaciones. Igual que existen más personas con talento de las
que se cree, es mucho más raro de lo que se cree que una misma persona
posea talentos incrementalistas y también innovadores, por ello, es
necesario separar las actividades rutinarias -generalmente con
procedimientos establecidos- de los proyectos de cambio.
La mayoría de las personas con talento cuyas vidas profesionales no
destacan, se deben a la incompatibilidad del tipo de talento con el
espacio donde desarrollan su trabajo. Así, personas con talentos
innovadores no deberían trabajar en sectores u organizaciones que se
encuentren en periodos sin innovación, ni personas con talentos
incrementalistas deberían estar en fases innovadoras. En ambas
situaciones, si perduran, esas personas pueden llegar a frustrarse.
Pocos empresarios y directivos son adecuados para proyectos de cambio
incrementalista y casi ninguno para proyectos innovadores; esta es la
razón por la que fracasan la mayoría de los proyectos de cambio en las
grandes organizaciones. Para la actividad rutinaria son necesarios
trabajadores con menor interés y valía profesional, incluyendo a sus
jefes autoritarios que utilicen el mando y el control. Por el contrario,
para la mayoría de los proyectos de cambio son necesarios equipos de
trabajo de alto rendimiento con personas creativas, altamente
involucradas, bien remunerados y con participación en los resultados.
En general, en los actuales tiempos de cambio, las organizaciones
deberán disminuir los recursos asignados a realizar sus actividades
rutinarias y aumentar los recursos asignados a los equipos de trabajo
para los proyectos de cambio, en una proporción que dependerá de las
variables propias de cada sector de actividad económica, nación,
organización, área funcional, fase empresarial (startup,
expansión/desarrollo, madurez, declive; teniendo en cuenta que las
grandes organizaciones suelen encontrarse en diferentes fases
dependiendo del ciclo de vida de cada uno de sus productos, de sus
familias de producto o de sus unidades de negocio), etc.
Todo ello hace que los actuales sistemas organizativos no funcionen y
sean necesarios los nuevos principios, teorías y modelos
organizacionales (empresas y todo tipo de organizaciones con o sin ánimo
de lucro) que estamos proponiendo, desde hace años, en
www.nuevomanagement.com. |
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