Respeto para crear
empresas sostenibles.
El
nivel de renta per cápita y de desarrollo económico de un país se debe,
principalmente, al respeto de sus habitantes por el trabajo de los
demás.
En un mundo globalizado, al menos durante
el siglo 20 y hasta la revolución de Internet, no era la producción de
bienes de los países -como se estudia en los libros y promulgan los
dogmas económicos- sino el respeto por la actividad profesional de los
demás lo que hace que los países tengan una renta per cápita y un nivel
de vida altos. Basta tener en cuenta que los dos países que han dominado
económicamente el mundo los dos últimos siglos (EE.UU. durante el 20 e
Inglaterra -Reino Unido- en el 19), son los dos países con una balanza
de pagos más desfavorable porque producen mucho menos de lo que consumen
y exportan.
Estamos en tiempos de terciarización de la
economía y de la sociedad, donde los servicios constituyen la mayor
parte de la actividad de una nación o de una empresa y de la oferta de
empleo. Durante el siglo 20, incluso las empresas productoras de bienes
se convirtieron en empresas comerciales, sobre todo aquellas que
operaban en varios mercados, externalizando cada vez más servicios
mediante el outsourcing, otra tendencia empresarial.
Una vez que un país acepta las leyes del
mercado, la mayoría de su actividad económica se centra en la
comercialización, es decir, en las tareas de venta, distribución y
logística que tienen que realizarse en el ámbito local; aunque Internet
ofrece nuevas posibilidades a la comercialización de los productos a
cualquier sitio desde cualquier lugar, globalizando también la
comercialización.
Otra tendencia clara es hacia la
incorporación de bienes en una propuesta de servicios que abarque todo
el ciclo de vida de la utilización de un producto, especialmente en
aquellos cuyo ciclo de vida es medio o largo, cuyo uso o mantenimiento
son complejos -requiriendo servicios adicionales-, cuando la inversión
inicial es relativamente alta o cuando su obsolescencia es relativamente
rápida. También puede aplicarse a la externalización de un proceso que
requiera de varios bienes y subservicios.
Cuando vamos personas de naciones
desarrolladas pero atrasadas, como España, a los países nórdicos
europeos, a Suiza o a Luxemburgo, nos quejamos de que son muy caros.
Ello es debido a que no tienen “mileuristas” como nosotros, a que
cualquier trabajo permite tener una vida digna y esos salarios salen de
esos precios “caros”. Su alto poder adquisitivo crea una economía fuerte
y pujante que beneficia a todos, a la oferta y a la demanda, al Estado,
a las empresas y a los particulares. Este mismo principio económico fue
aplicado por la empresa automovilística estadounidense Ford Motor
Company en 1913 duplicando el salario de sus empleados para disminuir la
rotación del personal y para que éstos pudieran comprar uno de sus
coches ampliando su mercado. Cuando esta iniciativa fue imitada por
otras empresas, hasta convertirse en el estándar del mercado, Ford
contribuyó significativamente a crear la sociedad del crédito y el
consumismo que ha llegado a nuestros días elevando la renta per cápita y
la calidad de vida de la mayoría aunque también el parasitismo social.
De lo anterior podemos inferir que uno de
los factores principales para el desarrollo económico de una nación es
el respeto por el trabajo de los demás y, por tanto, por sus precios e
ingresos. En realidad, este principio económico y ético puede aplicarse
a cualquier colectivo incluyendo una empresa: ya escribió Peter Drucker
y otros autores que el exceso de desigualdad en las remuneraciones de la
cúpula y del resto de los trabajadores de una empresa produce una
desmotivación insostenible. Esta es uno de las causas por las que un
porcentaje relevante de grandes empresas acabaron malvendiéndose o
desapareciendo durante la segunda mitad del siglo 20 según estudios de
la revista Fortune.
Debemos preguntarnos: como cliente,
¿respeto suficientemente los precios? (de los precios dependen los
ingresos ajenos); como profesional, ¿respeto los ingresos de mis
compañeros, respeto los precios de mis proveedores y colaboradores, los
precios de mi empresa respetan a los demás? Si no lo hacemos, de forma
responsable, contribuimos al deterioro de la economía colectiva y, en
algún momento, de la propia. |
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