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Respeto para crear empresas sostenibles.

Javier Marzal, 10-04-2011.       Artículo en PDF

El nivel de renta per cápita y de desarrollo económico de un país se debe, principalmente, al respeto de sus habitantes por el trabajo de los demás.

En un mundo globalizado, al menos durante el siglo 20 y hasta la revolución de Internet, no era la producción de bienes de los países -como se estudia en los libros y promulgan los dogmas económicos- sino el respeto por la actividad profesional de los demás lo que hace que los países tengan una renta per cápita y un nivel de vida altos. Basta tener en cuenta que los dos países que han dominado económicamente el mundo  los dos últimos siglos (EE.UU. durante el 20 e Inglaterra -Reino Unido- en el 19), son los dos países con una balanza de pagos más desfavorable porque producen mucho menos de lo que consumen y exportan.

Estamos en tiempos de terciarización de la economía y de la sociedad, donde los servicios constituyen la mayor parte de la actividad de una nación o de una empresa y de la oferta de empleo. Durante el siglo 20, incluso las empresas productoras de bienes se convirtieron en empresas comerciales, sobre todo aquellas que operaban en varios mercados, externalizando cada vez más servicios mediante el outsourcing, otra tendencia empresarial.

Una vez que un país acepta las leyes del mercado, la mayoría de su actividad económica se centra en la comercialización, es decir, en las tareas de venta, distribución y logística que tienen que realizarse en el ámbito local; aunque Internet ofrece nuevas posibilidades a la comercialización de los productos a cualquier sitio desde cualquier lugar, globalizando también la comercialización.

Otra tendencia clara es hacia la incorporación de bienes en una propuesta de servicios que abarque todo el ciclo de vida de la utilización de un producto, especialmente en aquellos cuyo ciclo de vida es medio o largo, cuyo uso o mantenimiento son complejos -requiriendo servicios adicionales-, cuando la inversión inicial es relativamente alta o cuando su obsolescencia es relativamente rápida. También puede aplicarse a  la externalización de un proceso que requiera de varios bienes y subservicios.

Cuando vamos personas de naciones desarrolladas pero atrasadas, como España, a los países nórdicos europeos, a Suiza o a Luxemburgo, nos quejamos de que son muy caros. Ello es debido a que no tienen “mileuristas” como nosotros, a que cualquier trabajo permite tener una vida digna y esos salarios salen de esos precios “caros”. Su alto poder adquisitivo crea una economía fuerte y pujante que beneficia a todos, a la oferta y a la demanda, al Estado, a las empresas y a los particulares. Este mismo principio económico fue aplicado por la empresa automovilística estadounidense Ford Motor Company en 1913 duplicando el salario de sus empleados para disminuir la rotación del personal y para que éstos pudieran comprar uno de sus coches ampliando su mercado. Cuando esta iniciativa fue imitada por otras empresas, hasta convertirse en el estándar del mercado, Ford contribuyó significativamente a crear la sociedad del crédito y el consumismo que ha llegado a nuestros días elevando la renta per cápita y la calidad de vida de la mayoría aunque también el parasitismo social.

De lo anterior podemos inferir que uno de los factores principales para el desarrollo económico de una nación es el respeto por el trabajo de los demás y, por tanto, por sus precios e ingresos. En realidad, este principio económico y ético puede aplicarse a cualquier colectivo incluyendo una empresa: ya escribió Peter Drucker y otros autores que el exceso de desigualdad en las remuneraciones de la cúpula y del resto de los trabajadores de una empresa produce una desmotivación insostenible. Esta es uno de las causas por las que un porcentaje relevante de grandes empresas acabaron malvendiéndose o desapareciendo durante la segunda mitad del siglo 20 según estudios de la revista Fortune.

Debemos preguntarnos: como cliente, ¿respeto suficientemente los precios? (de los precios dependen los ingresos ajenos); como profesional, ¿respeto los ingresos de mis compañeros, respeto los precios de mis proveedores y colaboradores, los precios de mi empresa respetan a los demás? Si no lo hacemos, de forma responsable, contribuimos al deterioro de la economía colectiva y, en algún momento, de la propia.


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