Autorresponsabilidad
profesional 2
La
autorresponsabilidad profesional está relacionada con la eficiencia, la
eficacia y la efectividad, así como con el saber vivir.
La autorresponsabilidad
es la base de la nueva conciencia y las nuevas sociedades de la
actual Era de la información. Por este motivo, desde hace
bastantes décadas estamos descentralizando todo tipo de
actividad colectiva, como ya advirtiera Alvin Toffler en su
imprescindible libro “La tercera ola” (1979), aunque también nos
estamos globalizando, en un proceso doble de globalización
descentralizada.
Durante varios miles de
años de la Era de la agricultura, las filosofías y religiones
estandarizaron el pensamiento, moldeando a las personas y
eximiéndolos de toda responsabilidad sobre su vida que estaba
predestinada. Durante los siglos de la Era industrial, se
crearon procesos empresariales y procedimientos burocráticos en
el sector público, para moldear los comportamientos
profesionales y sociales de las personas. A la vez, se ensalzaba
la libertad de pensamiento que dio lugar al nacimiento y
expansión de la ciencia moderna. Las ideas deterministas
eliminan o disminuyen la autorresponsabilidad. En la actualidad,
en la genética y en las neurociencias existen algunos colectivos
que dirigen sus trabajos desde el prejuicio de que nuestra
biología nos determina. Además, cualquier estudio que un
científico lo relacione con este determinismo, los medios de
comunicación, enseguida, se hacen eco.
El éxito del socialismo,
llegando al Estado de Bienestar, donde es el Estado en lugar de
Dios quien se encarga de nuestro bienestar, ha continuado en la
línea filosófico-religiosa de eliminar toda responsabilidad
individual.
A pesar de todo ello, en
la actual Era de la información, se impulsa la
autorresponsabilidad para promover el cambio, la emprendeduría y
la innovación que hagan sostenibles las organizaciones
existentes, así como las economías y sociedades geopolíticas.
Estas ideas quedan reforzadas ante la evidencia de la decadencia
de Occidente, la pérdida de credibilidad en el resto del mundo y
la pérdida acelerada de su hegemonía mundial.
Por tanto nos
encontramos con una ingeniería social contradictoria, por un
lado los privilegiados de los sistemas tradicionales (políticos,
sindicatos, medios de comunicación dogmáticos, dirigentes
religiosos, empresarios profesionales y directivos) intentan
eliminar cualquier responsabilidad individual, a la vez que
ellos mismos impulsan la creatividad, el cambio y la innovación,
para evitar la quiebra del sistema y la pérdida de sus
privilegios.
La autorresponsabilidad
nos lleva a saltarnos las reglas para mejorar los resultados de
nuestra actividad, de nuestra vida y de nuestro entorno. Los
modelos existentes, creados en el pasado, no utilizan todas las
nuevas posibilidades, por eso, cuando vamos más allá de la
inercia, de hacer lo que otros ya han hecho, si lo hacemos de
forma acertada, obtenemos unos resultados mejores que los de los
demás, los resultados extraordinarios propios del talento.
Incluso las personas con talentos más imitativos, como son los
burocráticos y los técnicos, tienen que saltarse las reglas
establecidas por la inercia, para obtener esos resultados
extraordinarios.
En este sentido, la
autorresponsabilidad profesional está relacionada con la
obtención de los mejores resultados posibles, a veces desde la
perspectiva interna de los sistemas existentes: creencias,
culturas, organizaciones, sociedades, etcétera, y otras veces,
desde la perspectiva de los clientes receptores de nuestras
propuestas. La mejora de lo existente, endógena, está más
próxima a la imitación y a los talentos burocráticos y los
técnicos. La mejora exógena, más alejada de la imitación de lo
existente, está más próxima al cambio sustancial propio de los
talentos emprendedores e innovadores.
El nivel inicial de
autorresponsabilidad profesional proporciona la eficiencia que
consiste en hacer la tarea o actividad que nos piden, con los
medios que nos asignan. La persona eficiente organiza su tiempo
y crea los hábitos necesarios para hacer bien y rápidas algunas
cosas determinadas.
El siguiente nivel de
autorresponsabilidad profesional deriva en la eficacia al hacer
la función que nos piden. Mientras la eficiencia es conveniente
en toda actividad humana, individual o colectiva, la eficacia es
propia de personas que tienen asignada una responsabilidad menos
repetitiva, que implica algún nivel de creatividad o con
responsabilidad sobre el trabajo de otras personas. La eficacia
suele ir relacionada con una función delimitada dentro de una
organización e implícita en el cargo y en la inercia operativa,
por lo que no suele definirse; por ejemplo, la dirección de
cualquier área funcional: marketing o finanzas, o de un
ministerio dentro de un gobierno. La persona eficaz trata de
hacer lo mejor posible un trabajo dentro de un marco definido
por sus predecesores. La eficacia es propia de los empresarios
(profesionales), de los directivos y de cualquier tipo de
dirigente.
Por último, llegamos a
la efectividad. Las escuelas de negocio suelen asignar este
nivel a los directivos; sin embargo, éstos no suelen serlo. La
efectividad implica utilizar el máximo posible de las
posibilidades existentes para beneficiar, en primer lugar, al
receptor de nuestra actividad socioprofesional. Por este motivo,
suele alejarse de los beneficios derivados de la inercia y de
los logros del pasado, estando más relacionado con la innovación
o cambio sustancial o radical.
Las personas con
autorresponsabilidad vital construyen un pensamiento propio que
derive en una vida no convencional que incluya un trabajo creado
por uno mismo.
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