La autorresponsabilidad nos lleva a relacionar cómo podemos ser
útiles para los demás y para nosotros mismos, de una forma
interdependiente. Este sentido de utilidad nos lleva a tener un
mayor interés y motivación para comprender lo mejor posible el
funcionamiento social, las necesidades colectivas y nuestra
contribución socioprofesional. Estas comprensiones y motivaciones
crean las iniciativas que aumentan la productividad, es decir, el
bienestar propio y ajeno.
Esta prioridad por ser útiles, hace que exploremos las
posibilidades de nuestra actividad profesional y de los grupos
donde nos relacionamos, con creatividad constructiva -orientada a
resultados-, yendo más allá de lo que nos piden, enseñan a hacer o
de lo que vemos que hacen los demás. En este sentido rompemos con
la inercia que, además del aspecto positivo de aprovechar lo que
otras personas con talento hicieron en un momento anterior, tiene
el aspecto negativo de que no contempla las posibilidades
posteriores a aquéllas, resultantes de las acciones de otras
personas con talento en nuestra área de actividad profesional o en
otra, debido a que al final la realidad sólo es una y su
segmentación sólo es la mejor forma posible de relacionarnos con
ella.
A menudo, cuando encontramos nuevas posibilidades o nuevas
combinaciones de posibilidades conocidas, creamos las estrategias
y técnicas necesarias para ponerlas en práctica, incluyendo el
aprendizaje previo necesario para asegurar que podemos hacerlo.
Dentro de este aprendizaje previo, generalmente en gran parte
autodidacta, tal vez lo más fascinante sea la capacidad de recrear
esas posibilidades en nuestro cerebro, antes de hacerlas realidad,
incluso poniéndonos en el lugar de los receptores de nuestras
innovaciones, averiguando gran parte de sus intereses y de sus
objeciones para resolverlas y poder madurar nuestra propuesta
antes de llevarla a cabo.
Esta forma de actuar es propia de la minoría con talento, del que
la autorresponsabilidad profesional es la primera característica.
Recordemos que talento es la obtención de resultados
extraordinarios comparados con la mayoría; por ello, las personas
con talento son quienes más hacen por mejorar la vida de los
demás. El talento no sólo es una cuestión profesional, sino
principalmente social. La autorresponsabilidad socioprofesional es
la base del talento.
El principio de coherencia biopsicosocial: biológica, psicológica
y social, es el único que rige el funcionamiento cerebral. Algunos
psicólogos hablan de eliminar la disonancia cognitiva,
probablemente porque alcanzar la coherencia es imposible. La
búsqueda de supresión de la disonancia cognitiva (biopsicosocial)
es el principio que gobierna toda la actividad humana, individual
y colectiva. Precisamente este principio mental hace que las
personas con ciertos talentos que son buscadores de posibilidades,
sean socioprofesionalmente expansivos, de forma que no se
mantengan demasiado tiempo haciendo la misma actividad. Su
necesidad de poner en práctica lo aprendido, de crecer
intelectual-profesionalmente y de ser más útiles, les lleva a que
cuando una actividad la dominan suficientemente, busquen otras
actividades, generalmente con alguna relación con la actividad
anterior. En algunos casos cambiarán de departamento, de empresa o
constituirán la suya propia para poder seguir percibiéndose
útiles, en el sentido de aprovechar al máximo sus propias
posibilidades, de cambiar su actividad y, con ella, mejorar ellos
mismos y la vida de la gente receptora de su talento.
En definitiva, la autorresponsabilidad socioprofesional conlleva
observación, reflexión y aprendizaje que impulsan la creatividad
constructiva que proporciona una mejora en la propuesta con la que
se obtienen los resultados extraordinarios propios del talento.
La expansividad es una característica de la visión sistémica, a
diferencia de la limitada visión holista, porque para la sistémica
no existe el todo sino los sistemas que lo componen, como partes
de sistemas mayores, además de los elementos propios de cada
sistema, de cuyas propiedades emergentes surge la innovación. La
innovación no es explicable desde la visión holista.
Conceptualmente, del holismo deriva la visión o mentalidad
burocrática y de ésta el incrementalismo; sin embargo, del holismo
sólo surge la inactividad, no es creativo ni constructivo. Por
tanto, funcionalmente, el incrementalismo y la burocratización
existen como consecuencia de sus enemigos: las innovaciones, de
las que trata de sacar provecho cuando ya son aceptadas por una
parte sustancial de la sociedad.
Conceptualmente, la innovación consiste en crear una nueva visión
sistémica sobre un aspecto concreto del entorno, sustancialmente
diferente de lo existente.
También se habla mucho sobre la responsabilidad profesional,
aludiendo a cuestiones morales y a los valores tradicionales como
la honestidad o la honradez, valores que nunca han funcionado o
cuya presunción ha permitido, a lo largo de los siglos, que las
minorías dirigentes explotaran a la mayoría abusando de su
irresponsabilidad individual y colectiva.