Desde la contracultura de la década
de 1960 y la de 1970, se ha puesto en entredicho que la
competitividad sea beneficiosa para las personas y para la
sociedad en su conjunto. Con el nuevo siglo, surgió un movimiento
que cuestionaba la
productividad en entornos de máxima presión. Recordemos que en los
trabajos, propios de la Era industrial, los trabajadores debían
adaptarse a los ritmos que imponían las máquinas. Pero los
actuales trabajos del conocimiento requieren más reflexión y menos
acción mecánica, siendo mayoría este tipo de trabajo desde 1950 en
Estados Unidos.
Ahora, como consecuencia de la
crisis, los dirigentes y medios de comunicación piden un esfuerzo
y sacrificios para aumentar la productividad. Esta situación, en
cierto modo, recuerda a los dirigentes alemanes después de la
Segunda Guerra Mundial; sin embargo, en la reunificación alemana,
de la década de 1990, no se pidió ese esfuerzo adicional,
precisamente por el cambio del tipo de trabajo mencionado
anteriormente.
También podemos enfocar la
productividad desde el individuo y éste depende, en gran parte, de
la cultura. Desde esta perspectiva, la productividad depende de la
competitividad individual que crea la competitividad y
productividad colectivas. Unas personas son más competitivas que
otras y esta diferencia tiene una gran relación con la
autorresponsabilidad, la responsabilidad social, el sentido de
utilidad, el deseo de mejora personal y la autoexigencia.
Podemos entender “hacer las
cosas mejor que los demás” o “ser el número 1” como
la lucha de todos contra todos, con el propósito de la
satisfacción de superar a los demás o de obtener privilegios.
También podemos verla como un instrumento para valorar nuestros
resultados en comparación con los resultados de los demás. Esta
comparación puede servir para que tengamos una valoración más
objetiva de nosotros mismos y, a las personas con cierto nivel de
autoexigencia, puede impulsarlos a comprender que pueden mejorar.
También puede servir para seguir haciendo las cosas “lo mejor
posible”, pero con una evaluación más exacta de nuestros
resultados. Esta última sería una competitividad sostenible y
deseable, individual y colectivamente, orientada a la mejora
personal y no a ser mejor que los demás u obtener mejores
resultados, sólo por ganar o para obtener algunos privilegios.
La competitividad hace que se
mejoren los resultados individuales y, de esa forma, se mejora el
nivel de vida individual y el progreso colectivo.
Las personas con poco crecimiento
personal (intelectual, humano, profesional y social), los
holgazanes y parásitos sociales en general, suelen opinar que el
impulso hacia la competitividad lo hacen los dirigentes para
explotar a los trabajadores. Para la gente con talento, la
competitividad sirve como referencia para evaluar sus resultados y
sus posibilidades de mejora. Para otros es una cuestión de
responsabilidad social ya que el aumento de productividad conlleva
la mejora en el nivel de vida de un colectivo, salvo que esté mal
o injustamente organizado.
Es habitual que los latinos
(americanos y europeos) dediquen una gran parte de su tiempo,
tanto en el ámbito privado como en el profesional, a actividades
no productivas y relacionadas con el encubrimiento de las mentiras
y errores propios y ajenos. También a realizar todo tipo de
paripés para aparentar que cumplen sus o a imponer trabas
administrativas para sentirse poderosos.
Otro aspecto propio de los latinos
es una elevada falta de confianza en los demás que les lleva a
dedicar excesivos esfuerzos en las actividades de mando y control,
una forma de dirección contraria a la dirección por objetivos que
es más productiva.
España tiene los impuestos al
trabajo con los porcentajes más altos del mundo. Este es uno de
los motivos por los que no se crean empleos nuevos y se destruyen
los existentes. La Unión Europea ha pedido que se bajen, pero
España no hace caso porque va en contra de su sistema empresarial
y social abusocrático, heredero del caciquismo.
En resumen, cuanto más aumente la competitividad -desde el aumento
de la creatividad y la innovación- más aumentará la productividad,
la calidad humana y el nivel de vida colectivo.