La escala de prioridades de los intereses y de las motivaciones,
individuales y colectivas, dirigen la actividad humana.
En febrero de 2011, publiqué en este medio
www.nuevomanagement.com,
un artículo titulado “Sabiduría para empresarios y directivos”;
sin embargo, ahora afirmo que el reduccionismo, en parte contrario
a la sabiduría, suele ser una clave en el alto rendimiento
profesional.
En 2010, analicé la vida de una persona fallecida. Siendo yo joven
consideraba que ésta era una persona mediocre; sin embargo,
profesionalmente tuvo una vida destacable. Me pregunté sí me había
equivocado y en qué. Las preguntas eran equivocadas porque
derivaban del pensamiento tradicional, de la unidimensionalidad.
Este individuo era mediocre y con poca sabiduría, pero,
profesionalmente, supo centrarse en lo esencial de su área de
actividad para obtener resultados extraordinarios, evidenciando
que tenía talento, a pesar de ser mediocre intelectual y
humanamente.
¿Sería conveniente, como afirmé, que los dirigentes fueran más
sabios? Por un lado sí sería conveniente, pero por otro lado la
sabiduría y la organización social creada desde el poder y basada
en él, es poco compatible con la sabiduría, de forma que la gente
sabia no quiere formar parte de un sistema injusto que tiene como
primer objetivo perpetuarse. Por otro lado, la gente con más
sabiduría es útil para pensar, pero poco productiva para actuar en
este sistema. Además, cuanta más sabiduría menos interés en la
mayoría de las actividades humanas, cada vez más orientadas a
satisfacer la superficialidad que es incompatible con la
sabiduría.
Por el contrario, gente poco sabia, pero con fundamentos útiles
para el sistema y muchos conocimientos sobre un asunto concreto,
obtienen mejores resultados en ese ámbito aunque, en algunos
casos, sea contraproducente porque perpetúan este sistema injusto.
Sin embargo, el propio sistema permite cambios limitados a través
de las decisiones de los dirigentes, influidos por los pensadores,
y del creciente poder de las ONLs (Organizaciones No Lucrativas).
El cambio de conciencia requiere un cambio sustancial en la
mayoría, pero éste tal vez sólo pueda producirse desde el cambio
en las decisiones de los dirigentes que suele derivar de mensajes
innovadores de los intelectuales o de las propuestas innovadoras
de las ONLs. El progreso requiere una elevación del nivel de
sabiduría de la mayoría, desde un cambio radical (de raíz) en las
comprensiones individuales, en la cultura y en el funcionamiento
social o procesos organizativos.
En definitiva, necesitamos que los dirigentes sean más y menos
sabios, una afirmación que es contradictoria desde el pensamiento
tradicional, pero no desde la nueva conciencia, desde la que debe
buscarse la contextualización de un extremo y de su contrario.
Para algunas cosas necesitamos dirigentes más sabios y para otras
dirigentes más reduccionistas en su área de actividad profesional
aunque, en general, la ignorancia siga siendo, como a lo largo de
los diez mil años de la historia de la humanidad, su mayor
problema colectivo e individual de nuestra especie. Ahora sabemos
que la ignorancia y el reduccionismo que conlleva es útil.
Precisamente, esta multidimensionalidad es uno de los rasgos
principales de la nueva conciencia. Es muy difícil de aceptar por
el gran arraigo que tiene en nuestra cultura y funcionamiento
social el simplismo unidimensional, comprensión de la que deriva
la jerarquización y el centralismo organizativo que, igualmente,
estamos tratando de eliminar.