La libertad es uno de
los grandes principios filosóficos y sociales. Sin embargo,
podemos distinguir entre dos posturas contrarias relacionando la
libertad y la relación con la sociedad.
Por un lado, existen
personas que tienen una mentalidad de sentirse libres aprovechando
lo que la sociedad les proporciona, pero sin aportarla nada o muy
poco. Es una libertad parasitaria que perjudica la sociedad.
Por otro lado, algunos,
aparentemente menos libres, utilizan su libertad “intelectual”
para ser creativos en su actividad profesional, llegando incluso a
aportar innovaciones.
La libertad creativa y
constructiva, deriva del escepticismo respecto de lo que existe,
de la tecnología en sentido amplio, incluyendo el conocimiento y
los procesos. Algunos escépticos se amparan en dogmas que
cuestionan aquello generalmente aceptado; por el contrario, otros
escépticos son creativos y construyen su propia forma de
comprender o hacer las cosas.
Esta creatividad
constructiva (intelectual, profesional o socialmente, diferentes
de la creatividad para el entretenimiento) la utilizamos para
tomar decisiones de cambio, desde el cambio más reactivo, como
suele ser la resolución de problemas, hasta el cambio más
proactivo e innovador. En este caso se integra la libertad con la
autorresponsabilidad profesional y social, pudiendo ejercitarse
trabajando de una forma autónoma o en interdependencia como
miembro de un equipo de trabajo.
¿Es más libre, en su
intelectualidad profesional, un empresario de una gran empresa o
un innovador?
La mayoría de los
empresarios de grandes empresas toman sus decisiones dentro de un
paradigma poco dinámico, pero muy amplio y variado que proporciona
una gran complejidad. Además, la inercia suele proporcionar
elevados ingresos e incluso beneficios.
Por el contrario, la
mayoría de los innovadores, se centran en un producto (bien o
servicio) concreto que puede crear un nuevo paradigma, desde la
perspectiva de un mercado existente, llegando a crear nuevos
mercados o segmentos de uno existente. La creatividad y la
simplicidad suelen ser mayores.
Las personas que, en el
siglo 20, se les calificaba de inteligentes, solían preferir retos
más complejos, como los cambios sociales que proporcionan los
grandes líderes de mercados dinámicos; mientras, las personas
denominadas “listas”, solían preferir la autonomía y la
emprendeduría.
Probablemente, la
innovación pueda derivar tanto de personas “listas” que captan
oportunidades simples como de los “inteligentes” que suelen buscar
posibilidades más complejas.
La interdependencia, la
responsabilidad social, la creatividad,
la libertad constructiva,
la autorresponsabilidad, el escepticismo y la innovación son
principios de la Nueva Conciencia, del Nuevo Orden Mundial (no
conspirativo) y del
Nuevo Management; es decir,
de los modelos de la actual Era de la información. Estos nuevos
principios son los que aplicamos, en mayor o menor medida, las
personas que estamos realizando la transición desde la Era
industrial a la Era de la información, mejorando la condición
humana y el progreso social, para que, en un futuro, la mayoría
los apliquen aumentando la mejora individual y colectiva.
Estos principios deben
utilizarse en cualquier tipo de programa de preparación
profesional, incluyendo la directiva, en organizaciones que
quieran ser altamente productivas o competitivas.