Los científicos de la psicología
afirman que el reconocimiento es una de las necesidades sociales
básicas. La búsqueda de ascensos socioprofesionales, de riqueza o
de fama suelen derivarse de esta necesidad de reconocimiento. La
competitividad también está relacionada con esta necesidad.
Por tanto, de la necesidad de
reconocimiento derivan gran parte de nuestras motivaciones
profesionales y, en este sentido, puede ser beneficiosa para
nosotros y para el entorno receptor de nuestra actividad
profesional.
Sin embargo, hay personas que
utilizan esta necesidad para aprovecharse de los demás. Los
populares “pelotas” son personas que se dedican a adular a los
jefes con el propósito de conseguir privilegios inmerecidos.
Utilizan la necesidad de reconocimiento de sus jefes para obtener
una predisposición ventajosa hacia ellos. Esta misma técnica es la
que se utiliza para ligar, la seducción o el cortejo; ensalzamos
características del otro, hasta que vemos una reacción positiva en
una de ellas, en la que nos centramos para adularlo.
La adulación suele ser un mecanismo
habitual entre los denominados “trepas” que son aquellas personas
que orientan su actividad visible a los demás para recibir
reconocimiento y así ascender con mayor rapidez, incluso en
puestos por encima de sus posibilidades.
A su vez, el reconocimiento deriva
de las inseguridades y del egocentrismo, por lo que incluso la
adulación tiene un efecto beneficioso para el peloteado. El
perjuicio puede derivar en no ascender al candidato más apropiado
y en crear agravios comparativos en el equipo de trabajo.
En el ámbito privado, las personas
suelen construir una imagen pública para gustar a los demás,
incidiendo en su forma de vestir, de moverse, de hablar, de
comportarse. También es habitual en el ámbito profesional, siendo
más evidente en algunas profesiones como en la consultoría.
Necesitar el reconocimiento de una
persona concreta implica que el juicio de esta persona lo
consideramos valioso, incluso más que el nuestro propio. Sin
embargo, es bastante habitual que las personas que acostumbran a
criticar a los demás de una forma sistemática y destructiva,
suelen ser las que más recursos dedican a crearse esa imagen
pública. Puede parecer una contradicción, pero no lo es porque los
criticones son personas que necesitan a los demás más de lo
normal, suelen ser personas cuya vida se centra en los demás, en
lugar de centrarse en su propia actividad. Para ellos, la
necesidad de reconocimiento se ha convertido en una obsesión que
les ha causado un trastorno mental o malfunción mental. Por
ejemplo, es bastante absurdo que nos ofenda el insulto de una
persona que nos conoce poco, porque su atrevimiento le descalifica
a ella.
En el mundo profesional, hay
personas que tienden a rodearse de pelotas que les adulen
constantemente. Suele reconocerse esta desmesurada necesidad de
reconocimiento por su propia tendencia a resaltar sus logros en
grupo. Estos jefes son tóxicos y suelen crear equipos poco
valiosos y poco sostenibles.
En las relaciones institucionales,
públicas y comerciales también se aprovecha la debilidad de una
necesidad de reconocimiento desmesurada.
La gestión de la necesidad de reconocimiento es un
principio de la Nueva Conciencia, del Nuevo Orden Mundial (no
conspirativo) y del
Nuevo Management; es decir,
de los modelos de la actual Era de la información.