En la década de 1990, en una de las
reuniones habituales con un gran cliente, una de las cien mayores
empresas del mundo, con el que mi empresa participaba en un cambio
completo de sus sistemas de información, recibí uno de mis mayores
impactos profesionales.
Tratábamos sobre las tareas de
administración de los nuevos sistemas que nos habían contratado su
suministro e implantación. El responsable del cliente se quejaba
de que su personal no estaba “entrenado” y su matriz no le dejaba
invertir en formación.
Yo le expliqué que la
administración diaria era muy sencilla y que nosotros podíamos
formar a un par de personas para ello, pero él dijo que su
personal estaba acostumbrado a otro tipo de sistemas y que eran
muy cerrados.
El cliente y yo chocábamos en
nuestras mentalidades, él se veía incapaz de aprender sin
“entrenamiento” mientras yo soy, principalmente, autodidacta
porque el ritmo de los profesores, incluyendo los catedráticos, es
demasiado lento y su falta de comprensión profunda sobre lo que
enseñan, es pública y notoria.
Durante las últimas décadas estamos
viviendo en España un profundo cambio económico, donde la mayor
parte de la industria está siendo sustituida por el sector
servicios, como ya había sucedido en todos los países más
desarrollados, fruto del cambio desde la Era industrial hacia la
actual Era de la información.
Precisamente esa mentalidad de no
ser capaz de adquirir conocimientos y destrezas sin que alguien
nos enseñe, origina el principal problema laboral español, después
de la corrupción política, que consiste en que cientos de miles de
personas no son capaces de aprender un nuevo oficio porque ni
siquiera lo intentan.
Esto ha originado que el personal
de las empresas de subsectores de actividad económica enteros,
cuando cerraron, estuvieran varios años sin empleo porque,
realmente, no servían para otra cosa. Las economías emergentes,
especialmente los gigantes asiáticos, aceleran la desaparición del
tejido industrial en Occidente. Esta nueva situación es su
oportunidad para eliminar la pobreza, como hizo Occidente hace
siglos, y la oportunidad de Occidente para alcanzar nuevos niveles
de humanidad, con trabajo más humanos que los industriales, de los
que siempre ha habido quejas sindicales, artísticas y populares.
Esta mentalidad del entrenamiento
es fomentada por el sistema escolar y por los profesores, tanto
por los temarios impuestos, como por la mentalidad y el estilo de
los profesores de “clases maestras”, así como por su forma de
evaluar a los alumnos.
La enseñanza reglada todavía no ha
incorporado la principal de las competencia en tiempos de cambio
que consiste en “aprender a aprender” que ya dijera el escritor
más influyente del siglo 20, Peter Drucker, en 1969 y publicara la
UNESCO en 2005 con el sugerente título “Hacia las sociedades del
conocimiento”. En tiempos dinámicos donde la única constante es el
cambio, con continuos cambios sustanciales o radicales, la
principal competencia es aprender a aprender, aprender a
comprender nuevos escenarios y aprender a aprender nuevas
actividades humanas: culturales, profesionales y sociales.
Las quejas de estos colectivos, el
apoyo mediático recibido y la incompetente actuación política
hacen que esta mentalidad obsoleta se perpetúe ocasionando una
baja productividad, personas poco humanas y economías
improductivas e insostenibles como la española.
Aprender a aprender, ser autodidacta, la apertura y flexibilidad mentales,
son
principios de la Nueva Conciencia, del Nuevo Orden
Mundial (no conspirativo) y del
Nuevo Management; es decir, de los modelos de la actual
Era de la información.