Recientemente he presentado una queja en un banco on line, porque
llevo varios años solicitando la clave operativa sin conseguirla.
La última vez me dijeron: “Obviamente no podemos comprobar todos
los envíos”, obviamente es una frase sin sentido, puesto que igual
que los ordenadores hacen los envíos, también pueden comprobar si
se han entregado; además, las personas que utilizan profusamente
la palabra obvio o derivados son personas que hablan sin decir
nada y abusando de quienes le escuchan, porque si es obvio no hace
falta decirlo y la charlatanería es improductiva.
Todos
somos usuarios de las grandes empresas y de las instituciones
españolas. Por ello, podemos calificar su servicio como de baja
calidad, coactivo y maltratador. Estas dos últimas características
suelen ser delictivas. Hace poco escribí sobre los call centers
españoles que son un buen ejemplo de estas malas prácticas
disuasorias.
Para
constituir una organización privada, empresarial o social, nos
encontramos con numerosas trabas diseñadas para disuadirnos, para
evitar que lo hagamos, para evitar que cambiemos las cosas y así
mantener lo existente. España es un país conservador y esta
cultura es una de las principales causas de la baja productividad
española.
Una vez
hemos creado la organización, nos encontramos con un sinfín de
dificultades burocráticas ilógicas porque siguen planteadas, para
disuadirnos en nuestro intento de ser emprendedores
organizacionales y competir con el establishment.
Con la
crisis, todos los políticos de La Casta afirman que van a ayudar a
los emprendedores, pero esta promesa lleva décadas pronunciándose
en periodos electorales, pero la realidad es que el sistema sigue
trabando primero la iniciativa y después la productividad.
Continuando con la corrupción política-administrativa, existe otra
decisión del stablishment (políticos y grandes empresarios
profesionales que nunca han creado una empresa) que supone otra
traba, mayor aún, para la emprendeduría social y para la
empresarial que consiste en que la clase media es una de las más
pobres de los países de Europa occidental, por lo que no tienen
dinero para comprar innovaciones. Los bajos salarios españoles
hacen una economía pobre y poco innovadora. Es una falacia muy
extendida que las empresas necesitan salarios bajos para competir.
La realidad es justo la contraria en países desarrollados: se
requieren salarios altos para que la economía sea productiva y
“sostenible”.
Las consecuencias de la corrupción sistémica española que ha
creado estas trabas y el capitalismo de amigos, ha sido un
crecimiento desmedido del sector de la construcción, la burbuja
financiera -no sólo inmobiliaria-, la baja productividad, una
elevada presión del sector público a la baja de los precios y de
los salarios y un alto desempleo que han derivado en el colapso
económico actual.
A pesar
de ello, se habla mucho de cambiar el modelo productivo español,
con recetas de política económica, cuando es precisamente la
política económica, descrita en estas líneas el problema, y la
única solución pasa por disminuir el intervencionismo político en
la economía, no sólo eliminando el denominado capitalismo de
amigos sino eliminando las trabas burocráticas a la actividad
organizacional privada.
La
disminución del intervencionismo estatal al mínimo posible daría
lugar a un nuevo modelo productivo que crearía la iniciativa de
cientos de miles de emprendedores organizacionales. Resulta
llamativo que tras el fracaso del comunismo, todavía haya gente
que plantea soluciones a problemas que se basan en la economía de
planificación centralizada.
La
libertad de mercado, la descentralización social, la eficiencia
del sector público, el impulso de la emprendeduría empresarial y
de la emprendeduría social son
principios de la Nueva Conciencia,
del Nuevo Orden Mundial (no conspirativo) y del
Nuevo Management; es decir, de los modelos de la actual
Era de la información.