Una de las principales características de una sociedad o de una
humanidad decadentes, como las actuales, consiste en que la
mayoría de las prioridades de la actividad humana se establecen
siguiendo peligrosas falacias que son aceptadas por la mayoría
como ciertas.
Una de ellas, consiste en la falacia del crecimiento de los
beneficios como señal de buena salud de una gran empresa cotizada
en los mercados bursátiles. Sin embargo, el crecimiento continuado
de los beneficios empresariales, casi siempre proporciona un
perjuicio social y, además, beneficia a unos pocos y perjudica a
la mayoría de las personas directamente relacionadas con la
actividad de esa empresa, es decir, de sus stakeholders
(accionistas, empresarios, directivos, cargos intermedios,
trabajadores sin cargos, clientes, colaboradores, proveedores y
otros). Concretamente suele beneficiar a los empresarios
profesionales (los que no han creado la empresa que gobiernan),
beneficia a corto plazo a las agencias tributarias y al sistema
financiero, pero perjudica al resto de los stakeholders.
Generalmente, los bonos o comisiones por objetivos de los
empresarios se basan en los beneficios, por tanto, cuanto mayor
sean los beneficios más cobran. Igualmente, cuanto mayor sea el
beneficio mayor son los impuestos que se pagan a las agencias
tributarias.
En cuanto al sistema financiero, cuanto mayor sean los beneficios
y, sobre todo, el crecimiento de estos, más suele cotizarse la
empresa, aumentando el volumen en el sistema financiero.
Sin embargo, una gran parte del aumento del beneficio suele
deberse a una mala práctica empresarial que consiste en que la
empresa retenga la mayor parte de este beneficio, sin repartirlo
entre los accionistas. Por tanto, restringen la posibilidad del
accionista de llevarse los beneficios e invertirlos en otro sitio
más rentable o para tener una cartera de inversiones más estable.
Además, esta acumulación de beneficios tiene varios efectos
perversos para los referidos stakeholders: 1) suponen una gran
salida de capital en impuestos, 2) distorsiona la realidad
económica de la empresa, 3) crea una burbuja bursátil porque el
valor de estas empresas es muy inferior a su cotización. Con esta
burbuja bursátil ganan los intermediarios financieros, pero
pierden la mayoría de los inversores. Al respecto, Peter Drucker
-escritor más influyente del siglo 20, padre del management y
asesor financiero en sus inicios profesionales- decía que el
sistema financiero unos ganan lo que pierden otros, aunque
lógicamente se descuentan las grandes cantidades que se llevan los
intermediarios. Esta burbuja financiera es una de las principales
causas de la alta mortalidad de las grandes empresas.
El resto de los stakeholders pierden porque podrían y deberían
ganar más dinero, salvo los clientes que deberían obtener los
bienes y servicios a precios más reducidos.
El
progreso, la sostenibilidad y la justicia social, son
principios de la Nueva Conciencia,
del Nuevo Orden Mundial (no conspirativo) y del
Nuevo Management; es decir, de los modelos de la actual
Era de la información.