Hace años escribí que las personas somos un puzle de piezas
socioculturales. Un puzle único, diferente a los demás, pero un
puzle de piezas (creencias) que tienen otras muchas personas. Cada
persona es original porque tiene un puzle único, pero sus piezas
también las tienen otras muchas personas. En este sentido, nuestro
imaginario, pensamiento y sentimientos, están construidos por los
sistemas que incluyen a la cultura.
En general, puede afirmarse que los sistemas influyen más sobre las
personas que las personas sobre los sistemas y la decadencia de
los sistemas es la principal causa de la deshumanización a la que
hace referencia el Foro Social Mundial desde 2001, preconizando
que “otro mundo es posible”.
Nacemos animales y la socialización (información, relaciones, educación,
etc.) nos hace humanos; sin embargo, también la vida social nos
deshumaniza debido a que el sistema es injusto. En este sentido,
también se dice que la educación nos indoctrina e idiotiza; sin
embargo, también nos ayuda a construir talentos.
La humanidad la dirige la inercia principalmente, aunque haya una minoría
de emprendedores y de innovadores que realizan cambios
sustanciales, gracias a que han sido capaces de crear piezas
nuevas en su puzle, rompiendo la inercia y las cadenas
intergeneracionales que la transmiten de unos a otros.
Sin las reglas sociales volveríamos a la barbarie, sin las normas las
organizaciones funcionarían mal y también se autodestruirían. En
la mayoría de las fases de la vida de una organización, son más
valiosas las aportaciones de las reglas e inercia que las
aportaciones que hacen las personas; por el contrario,
especialmente en los inicios de nuevas organizaciones innovadoras,
son más importantes los emprendedores innovadores que las
denominadas mejores prácticas organizacionales; es decir, en estos
casos son más valiosas las aportaciones de esa minoría que los
sistemas.
Por ello, en general son más valiosos organizacional y socialmente los
sistemas que las personas, por lo que la obediencia se hace
fundamental para la propia supervivencia de los sistemas que nos
aportan bienestar individual y progreso colectivo. Sin embargo, en
la época actual, la decadencia de los sistemas hace que éstos sean
autodestructivos. La corrupción generalizada es un buen ejemplo de
ello: los sistemas son corruptos y corrompen a todo el que se
incorpora a ellos, tanto a sus estructuras de mando como a sus
bases. Históricamente, ha sido una minoría la que ha evitado,
salvo excepciones, la autodestrucción de las sociedades
(sistemas). En el mundo organizacional es más habitual su
autodestrucción, especialmente en las empresas que suelen
desaparecer.
Si las personas tuvieran responsabilidad profesional y algún tipo
de talento profesional, cambiarían las prácticas y la inercia,
mejorando los sistemas, pero la realidad suele ser la contraria y la mayoría de
las personas empeoran los sistemas: los dirigentes por priorizar
sus privilegios y los dirigidos por falta de responsabilidad
profesional y de talentos. Esto hace que sea difícil que haya un
buen entendimiento entre estas dos partes de las organizaciones y de las sociedades.
La emprendeduría, la innovación, la responsabilidad profesional y los
talentos, son
principios de la Nueva Conciencia, del Nuevo Orden Mundial (no
conspirativo) y del
Nuevo Management; es decir,
de los modelos de la actual Era de la información.