La corrupción es el negocio más lucrativo del mundo. En 2018,
según la ONU suponía el 5% del PIB mundial; un 4,8% en la Unión
Europea, según ésta, y de un 8% en España según la UE.
Además, del dinero que se llevan las autoridades públicas, sobre
todo los políticos, los beneficios institucionales a ciertos
sectores de actividad económica y a ciertas empresas, destruyen
las reglas del mercado.
Desde la década de 1970, los políticos, a través de los bancos
centrales, han financiarizado la economía, zombificando el mundo
empresarial. Han hecho crecer peligrosamente al sector financiero,
hasta convertirlo en un arma de destrucción masiva.
En el Foro Económico Mundial
2019 los profesores Petroulakis (BCE) y Andrews (OCDE)
declararon que “el problema de productividad de Europa se debe en
parte al aumento de empresas zombies que desplazan las
oportunidades de crecimiento para otros”. Resulta revelador que
dos economistas de estos dos organismos internacionales asuman que
el neointervencionismo europeo está destruyendo la economía.
De esta forma, los políticos impiden la emprendeduría y la
innovación que crean riqueza, como una forma de control
social
que supone un
creciente empobrecimiento de la población.
La financiarización ha hecho que el mundo empresarial dependa en
exceso del mundo financiero, estando éste controlado por las
políticas económicas y monetarias de los gobiernos.
En este contexto, los políticos pueden destruir empresas y
sectores de actividad económica enteros, eliminando la posibilidad
de que el sector empresarial actúe como contrapoder, es decir, de
que se oponga a las instituciones porque ha aumentado la
dependencia hacia éstas.
Los políticos y sus organismos internacionales han
institucionalizado la economía y el sistema financiero con este
decadente neointervencionismo.
Además, la existencia del macro-Estado que controla la mayor parte
del dinero existente, mucho más que el sector empresarial o que
las personas, hace que las empresas busquen subvenciones en lugar
de aumentar su productividad y tengan al sector público como su
mayor cliente.
Las demás formas de control social son muy conocidas. La mayoría
de la población sabe que los medios de comunicación favorecen los
intereses institucionales y ocultan ciertos aspectos del
establishment. Por eso, se dicen que están institucionalizados y
que son medios de desinformación.
Cabe decir lo mismo de otros contrapoderes que también están
anulados por los premios y castigos desde las instituciones. El
sector social es premiado con subvenciones cuando es afín al
establishment y castigado, administrativa y judicialmente, cuando
se enfrenta al mismo.
Otro contrapoder, poco reconocido como tal, es el que conforma la
abogacía, pero los abogados también están institucionalizados,
mediante el premio y el castigo, permitiendo que los jueces no
cumplan la ley para encubrir la corrupción y favorezcan al
establishment.
Por último o en primer lugar, pasa lo mismo en el mundo de las
ideas. Las instituciones y los medios reconocen como intelectuales
a quienes defienden a las instituciones o al establishment, cuando
precisamente esta institucionalización es una prueba de la falta
de librepensamiento que es la condición básica para la
intelectualidad. Se confunde intencionadamente la especialización
con la intelectualidad. Incluso se considera intelectuales a todo
aquel que tiene un número importante de seguidores, incluyendo a
los artistas.
La corrupción ha institucionalizado toda la sociedad, eliminando
todo tipo de libertad individual y organizacional para crear un
mundo de esclavos.
El librepensamiento, la crítica a las instituciones, la
emprendeduría y la innovación, son principios de la actual Era de
la Información y del
Nuevo Management,
que consiste en alinear los intereses de las personas, las organizaciones,
las sociedades y la Humanidad en su conjunto.